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Cedric Bakambu es uno de esos jugadores desconocidos, entre comillas, que solo el Villarreal puede fichar y, además, conseguir que triunfen. La primera vez que lo vi jugar, me pareció tosco técnicamente, con cierta desconexión a la hora de participar en el juego combinativo, aunque eso sí con una velocidad y potencia destacables. No me acababa de creer que pudiera encajar en el estilo del Villarreal, con el añadido de su procedencia de una liga menor como la turca. Un futbolista extraño, diría yo. Llegó con la puntería desafinada. Capaz de errar goles cantados de todos los colores y de marcar lo inverosímil. Se podría decir que creció al lado de Soldado y fue mejorando, junto a él, como los grandes vinos en una barrica de roble americano.

Un buen día, el cuerpo técnico de Marcelino empezó a percibir que Bakambu no veía bien. Algún detalle puntual, añadido al hecho de que llevara gafas fuera del terreno de juego, alertaron de que algo pasaba. Por el perfil derecho estaba fallando muchos uno contra uno. Y el congoleño se sometió a una revisión de su vista en una conocida óptica de Vila-real. Vamos dicho de forma coloquial, y perdónenme por la expresión, se podía decir que Bakambu no veía ni tres en un burro. La profesional de turno le prescribió unas lentillas especiales para que se las pusiera para jugar al fútbol. El futbolista ya las había utilizado en otra época. No en vano, Eric Helu, antiguo entrenador suyo en el Sochaux, aún se acuerda de cómo antes de cada partido debía recordarle que se las pusiera. En sus inicios en el Villareal no las utilizaba.

El congoleño las reestrenó vestido de amarillo en un partido de la Europa League... y vio puerta comenzando una buena racha goleadora. Se dio la curiosa circunstancia de que en ese partido, Bakambu perdió una de las dos lentillas y estuvo por el campo buscándola durante un rato. Le volvieron a hacer unas nuevas y estuvo marcando dos semanas seguidas en cuatro partidos de Liga y Europa League. Cedric empezó a verlo todo más claro, nunca mejor dicho y se erigió en máximo goleador.

Es posible que su rendimiento sorprendiera hasta a los mismos responsables del Villarreal, incluido cuerpo técnico. Y hasta que se pensara que su idilio goleador y su notable rendimiento fueran flor de una temporada, aunque cuando fue campeón de Europa sub-19 con Francia su suplente era Lacazette. Su nombre estuvo en la agenda del Lazio, entre otros. El Villarreal lo tasó en 20 millones. Bakambu fue uno de los tapados del verano. Su nombre no salió a la luz como el de Musacchio, pero su traspaso era una de las opciones que se barajaba, antes de que concluyera la Liga.

Para mí hoy Bakambu es un jugador muy importante para el Villarreal. Se ha ganado a la afición del Madrigal por su fútbol y por su simpatía. Es un tipo que va, como se dice coloquialmente, a su bola, con ese aire a caballo entre un despistado profesor de universidad y esa aureola extravagante que en ocasiones le acompaña. Pero es un tipo querido y apreciado en el vestuario, de una gran calidad humana y un buen profesional, que reparte sonrisas a diestro y siniestro con esas gafas tan originales que adornan su look. Ya sea por las lentillas, por Soldado o porque el Villarreal es un club adecuado para que los jugadores crezcan, Bakambu es una de las estrellas de LaLiga y esta noche está nominado a mejor jugador extranjero. Y ayer marcó otro golezo de tres puntos. Bakambu, Bakambu, te quiero, como dice el estribillo de una canción que se hizo popular en las fiestas de Vila-real. Las lentillas del gol, el secreto mejor guardado de Bakambu.