Las retransmisiones de los partidos han intentado crecer como el propio fútbol… y han fracasado en el intento. A narrador y comentarista ya les importa una higa lo que pasa en el campo y la atención se desvía al twitter y, a partir de ahí, hay licencia para hablar de cualquier cosa menos del partido, mientras nos acribillan con mil repeticiones indudablemente prescindibles.

Lo peor es que, mientras celebramos el IV centenario de la muerte de Cervantes, su lengua, uno de los tesoros más apreciables de este país, ha sido vilmente marginada y defenestrada. Hemos pasado sin transición de ser la España de la boina y el botijo a la moderna que fabrica una narrativa trufada y rica en su vocabulario de extranjerismos y palabros varios.

Un volante de recorrido de ida y vuelta en el eje vertical, en el fútbol de ahora es un box to box; el otro día, un narrador afirmaba que un jugador estaba on fire y uno no sabía si ir a por el extintor de la escalera.

Antes decíamos que un portero salía a por uvas y ahora que va a prendere le farfalle; el organizador de juego de toda la vida ya es un regista y esa clásica posición del enganche o mediapunta pasó a ser propiedad del trequartista.

Y luego nos da vergüenza escribir mierda y ponemos una ‘m’ seguida de unos tristes puntos suspensivos. H