Cuatro meses sin cobrar y tres derrotas consecutivas han hecho aflorar los problemas con los que futbolistas y técnicos lidian en el día a día, lo que convierte la situación en insostenible y, aunque no sea de forma consciente, afecta en el rendimiento deportivo. La solidez del vestuario, plasmado en ese espíritu agonístico que convirtió al Castellón en ese equipo de las 22 jornadas sin perder, se resquebraja.

Suele suceder que cuando una encomiable racha como esa toca a su fin, los resultados se resientan. Con la derrota se pierde ese estímulo por continuar llevando el aura de invencibles. El 2-0 en Alzira entraba dentro de la lógica, no así las derrotas contra un Torrevieja que llegaba a Castalia con 14 jornadas sin ganar e, incluso, el 2-1 en el Silla, desperdiciando el gol de Esaú. Con todo, el Castellón ya llevaba avisando sobre su vulnerabilidad antes, incluso, del Luis Suñer Picó, a medida que crecían los impagos y desaparecían las esperanzas de una solución a corto plazo, más allá de creerse las promesas de David Cruz sobre la llegada de capital.

LA DISCORDIA // El hecho de que, puntualmente, algún jugador sí ha cobrado algo y la falta de unanimidad a la hora de tomar medidas --como, en noviembre, ya quedó plasmado a la hora de emitir el comunicado conjunto para denunciar los injustos despidos de Borja Gómez, Alberto Ramos y Arturo Navarro-- también amenazan a la cohesión del vestuario, que, además, ha recibido un duro golpe con el grave percance de Abraham Peleteiro, que ya ha dicho adiós a la temporada.

El contratiempo del coruñés, un futbolista callado pero siempre entregado a la causa, ha sentado como una bomba en la plantilla. En su caso, la incertidumbre es aún mayor respecto a su futuro. Todos sus compañeros han sentido como suya la lesión, que ha tardado casi dos semanas en ser diagnosticada --hasta el punto, de que jugó ante el Torrevieja con la rodilla lastimada--, sin saber cuándo será intervenido... añadiendo otro motivo para la preocupación del colectivo.

Aunque el club (o sea, Cruz) trata de imponer una ley del silencio, limitando las comparecencias de los jugadores en rueda de prensa para que nadie tenga la tentación de irse de la lengua, poco a poco la postura del vestuario va cambiando. El propio Manu Calleja, que hizo bandera de esa política, empieza a rezumar, en sus declaraciones, ese debate interno entre intentar mantener todo bajo control o denunciar ya públicamente la situación.

El domingo, después de la rueda de prensa oficial en Silla, abandonó el tono que venía manteniendo en la entrevista a Radio Voramar. En ella, con frases cargadas de sentido, se entreveía el discurso más sentimental que ha hecho hasta la fecha. «Estamos muy jodidos. Es difícil entrar [en el vestuario] y ver a seis o siete jugadores llorando», dijo. Es más, reconoció que en las últimas semanas ha mantenido conversaciones individualizadas con cada futbolistas, dirigidas a levantarles la moral y a convencerles de que «son buenos jugadores» y no tiene «nada que reprocharles».

¿SOLUCIÓN INMINENTE? // «Sigo con la idea de aislar al vestuario», subrayó antes de soltar un «hay posibilidades reales de que esto mejore», en alusión al mensaje que Cruz les ha trasladado sobre la inminente llegada de inversores que, según sostiene el presidente y consejero delegado del Castellón, solucionará la situación.

De lo contrario, todo irá a peor. Y los play-off, tabla de salvación en muchos aspectos del club (deportiva y económica), que se han complicado de una manera insospechada (o no tanto), serán prácticamente inaccesibles.