El Villarreal honró en San Mamés el escudo de su camiseta (0-0). Acabó el partido y los jugadores del Villarreal todavía continuaban corriendo por el césped de la Catedral. Impresionante el derroche físico de los hombres de Marcelino, que merecieron a los puntos, en el cómputo global del encuentro, el triunfo ante un Athletic que se vio superado, precisamente, en sus mejores cualidades: lucha, raza y entrega. La pena es que tanto esfuerzo no tuvo el premio de la victoria, aunque el punto sumado sabe a gloria y deja a los vascos a 10 puntos, más el coeficiente particular a favor. El Submarino Invictus ya acumula 10 jornadas sin perder, racha que demuestra el carácter de un equipo que compite como los grandes y que quiere disputar su cuarta Liga de Campeones.

Para ganar en San Mamés hay que exhibir un plus de intensidad por encima de la media de lo que sería necesario en otro campo. El Athletic es un equipo aguerrido, fuerte y que pelea cada balón como si en cada centímetro cuadrado del césped tuviera que buscar el triunfo. El Villarreal nunca se arrugó y trató de tú a tú a los leones, no cediendo nunca en la disputa de cada pelota, mostrando una solidaridad defensiva que comenzaba en Soldado y concluía en Areola. La actitud de los amarillos fue clave para mantener el duelo abierto y equilibrado desde el primer segundo, con un marcador que estuvo siempre en la frontera de cualquier signo para uno u otro conjunto.

OCASIÓN DE SALIDA // El Villarreal de Marcelino no saltó a San Mamés con la tarjeta de nueve partidos sin conocer la derrota lograda por casualidad. Este equipo es tremendamente difícil de derrotar, aunque también es cierto que le cuesta bastante cerrar los partidos, pese a que posee hombres de una calidad técnica y experiencia incuestionable. Y eso que, al minuto, Soldado encontró una auténtica autopista hacia la portería rival construida entre los dos centrales rojiblancos, aunque le faltó fuerza para elevar lo suficiente el balón en un tiro bombeado que murió en las manos de Iraizoz. La ocasión era de esas que un delantero como el internacional valenciano no suele fallar nunca... o casi.

El Submarino juntó bien líneas, saliendo con orden a la presión e intentando cerrar los flancos, por donde el Athletic desarrolla su juego de balón al extremo y centro al área. Una idea tan antigua como el fútbol y tan elemental como cualquier principio de este deporte, pero que los vascos interpretan a la perfección, sacando tantos y tantos réditos.

El Villarreal se dejó dominar durante los 25 primeros minutos, en los que Williams mandó dos avisos. El conjunto groguet mantuvo la compostura y siguió con la presión, peleándole al Athletic con sus mismas armas y sacando poco a poco las garras. El Submarino se estiró progresivamente y decantó su juego de ataque por la banda de Denis Suárez. Al gallego le falta un punto de continuidad en sus apariciones, pero cuando encara al rival, es un futbolista determinante y desequilibrante.

San Mamés no asustaba a un Villarreal con una faz totalmente distinta a la de la eliminatoria copera. Era un buen conjunto que ganaba palmo a palmo las batallas particulares sobre el césped. Al descanso se arribó con un 0-0 que reflejaba fielmente la igualdad entre los dos contendientes.

La lucha titánica se mantuvo en la reanudación. El Submarino se dejó la piel en cada disputa, no concediendo nada a un Athletic que veía como se le cortocircuitaba la canalización del abc de su juego, porque tanto Jonathan y Mario por la derecha como Jaume Costa y Denis Suárez por la izquierda cerraron a cal y canto los pasadizos por donde los vizcaínos envían balones al área.

El derroche físico era tremendamente generoso. El Athletic no podía imponer su juego ante un adversario que se mostraba tanto o más agresivo en la pelea que él mismo. El Villarreal esperaba su oportunidad con espacios por delante. Una escalofriante entrada de Sabin Merino a Musacchio despertó fantasmas de aquella grave lesión de Getafe y aunque todo quedó en un susto, el argentino tuvo que ser sustituido. El partido transcurría con una intensidad altísima y pese a que no existían aproximaciones con peligro, la incertidumbre dibujaba un partido emocionante.

DOS EXPULSIONES // El Submarino dispuso de su oportunidad más clara en las botas de Soldado, pero Iraizoiz volvía ser un gigante. La batalla no cedió un ápice y conservó su fragor hasta el final. El saldo, una expulsión por cada bando: Williams y Bonera.

El Villarreal ofreció motivos para que su afición se sienta orgullosa de sus jugadores. Un empate con aroma de triunfo. H