Segunda derrota en el Madrigal. Madrid y Barça se han llevado sendos triunfos de Vila-real sin ser mejores que el Submarino, pero haciendo valer su enorme poder y el gran talento que atesoran sus futbolistas. Igual que contra los azulgrana, el Villarreal nadó y nadó para llegar a la orilla con el triunfo y se ahogó antes de llegar. Ayer estuvo muy impreciso en los metros finales y no pudo, ni supo, plasmar en la zona de finalización con un último pase certero o nitidez en el remate su superioridad en el resto del campo. Pero las vibraciones que continúa ofreciendo este equipo de Marcelino siguen siendo inmejorables. Ayer nunca perdió la compostura y mantuvo un gran equilibrio en el campo. Las señas de identidad siempre estuvieron en todo lo alto. Y eso es muy importante. Barça y Madrid, merced a un reparto tremendamente desigual de los derechos televisivos, juegan en otra Liga.

Las diferencias en el fútbol las marca el talento individual. Y este se distingue, principalmente, por la precisión en el remate y en el pase, cualidades técnicas básicas para desarrollar la buena organización del fútbol ofensivo. El Villarreal interpretó como marcan los manuales los dos principios del juego: ataque y defensa. Además, en esta ocasión saltó al campo muy metido. Los papeles parecían intercambiados. El Madrid jugaba a verlas, replegado, y el Villarreal con ambición y talante dominador del partido.

Ancelotti le dispensó trato de grande al Submarino. Once de gala y ni una concesión. El belén completo de Florentino saltó al Madrigal con todas sus figuras. Un equipo que asusta, porque juntar tanta calidad es casi imposible. El Madrid venía de marcar la friolera cifra de 18 goles en los tres últimos encuentros.

Marcelino, por su parte, también alineó el mejor once que en teoría tenía disponible. Su equipo defendió de forma solidaria y atacó con un organización colectiva imponente. A la media hora el Villarreal había generado hasta cinco ocasiones para adelantarse. Se llegaba bien al área, pero siempre se pecaba de falta de precisión, tanto en el último pase como en el remate. En definitiva, lo que en el fútbol marca las diferencias y gana partidos. Los amarillos tenían que jugar un partido perfecto en la contención y lograr un porcentaje de definición muy alto. En lo segundo se falló demasiado porque al Madrid o se le mata cuando se puede o te fulmina a las primeras de cambio. Ni más menos lo que pasó ayer en el Madrigal.

Uche, Vietto, Mario, y nuevamente el argentino dispusieron de ocasiones, además de llegadas constantes a la zona de finalización que murieron por una concatenación de errores en el pase que condenó al Villarreal y mantuvo vivo al Madrid. El equipo de Marcelino hizo mucho ruido, pero de efectividad, cero.

EL PRIMER GOLPE // El Madrid, todo lo contrario. Serio, agazapado, pragmático, equilibrado y sin exquisitices, incluso dejándose dominar y siendo superado. Sí, pero con dos zarpazos de talento le bastó. El primero fue un invento de un genio como Modric. Le llegó un balón a la frontal y lo mandó con una mezcla de potencia y precisión a la red, sin adornos, pero subiendo al marcador.

El Villarreal no podía dejarse ir. Tenía que mantener la calma y la pausa, porque cuando se pierde la cabeza contra un equipo plagado de estrellas te puede caer el diluvio universal. Y así lo hizo el Submarino. Hasta que el Madrid dio otra muestra de talento. Balón largo de James hacia Benzema y el pase atrás del francés cayó en las botas de Cristiano, quien se encontraba solo a la altura del punto de penalti. Cuando esto sucede, en el 99% de las ocasiones la jugada acaba en gol. No era el día del 1% y el Madrid se puso 0-2. El castigo para el Villarreal era tremendo, duro e injusto, consecuencia de las diferencias presupuestarias y de experiencia entre uno y otro.

El Villarreal --su gran virtud esta temporada-- no se vino abajo y siguió en la misma línea. El desarrollo de los conceptos era bueno, pero la aplicación sobre el campo continuaba con defectos. Imprecisiones y errores en el pase.

La segunda parte también tuvo color amarillo. El Submarino mantuvo el tipo y la concentración. Y su punto de mira lo dirigió a buscar el 1-2, pero siempre daba la sensación de que todo lo bueno que se hacía se emborronaba por un detalle final. El partido se mantuvo fiel a un guión idéntico durante los 90 minutos. Solo tomó el mando el Madrid con la lesión de Musacchio, que dejaba a los amarillos con uno menos los últimos 10 minutos.

La historia de tres semanas atrás, con la visita del Barça, volvió a repetirse. El Madrid rozó el 100% de efectividad ante un rival que mostró frescura y ambición y que no se rindió ni con el 0-2. Nadó y nadó... pero se ahogó en la orilla. Los dos grandes que han pasado por el Madrigal no fueron mejores que el Villarreal, pero se llevaron los tres puntos. H