Desde que con 14 años abandonó su Murcia natal con rumbo a Tenerife, el actual dueño de la portería del Villarreal no ha dejado de viajar. Primero bajo el amparo de su familia, en las Islas Canarias, donde los Fernández Moreno se instalaron debido al nuevo destino del padre, militar, una profesión de la que Andrés ha heredado «disciplina». «Eso, y respeto», añade. «Juegues o no, debes ser disciplinado y respetuoso», reafirma como valores innegociables el meta. Después, Andrés ya voló solo en busca de su sueño: hacer una carrera en el fútbol.

EL LIBRO DE RUTA. Mallorca —en las filas del filial bermellón— fue el siguiente paso; después Pamplona, donde disfrutó de su etapa más estable tras un breve paso por Huesca, donde fue zamora de Segunda División como cedido por el conjunto rojillo. Oporto —su única experiencia, de momento, fuera de España—, Granada y Vila-real completan el libro de ruta que le ha servido «para madurar», aunque no siempre está de acuerdo con la percepción de que salir de casa muy joven sea el secreto para curtirse en el fútbol profesional: «Ahí está el caso de Bruno Soriano —el capitán groguet—, al que no le ha hecho falta salir del Villarreal para ser un jugador muy importante».

Para lo que sí le ha servido a Andrés ser un trotamundos del fútbol es para comparar. «Ver todas las casas y lo que hay en cada sitio; hacer una lista de las cosas buenas y malas de cada club».

Y en el Villarreal ha llegado al top. «Ya vienes con las magníficas referencias que te dan todos los jugadores con los que te encuentras en tu camino y que hablan maravillas de su paso por este club. Pero nunca deja de sorprender un club tan grande en una ciudad tan pequeña, su nivel de formación, de cantera; el ambiente que se respira dentro, todos apoyándose», comenta el guardameta, que ve como clave del funcionamiento del Villarreal «una gestión con mucha cabeza». «Mi padre siempre me ha dicho que en el ejército cada estamento sabe qué tiene que hacer en cada momento. Lo mismo se aplica aquí. Los que tienen que mandar, mandan; cada segmento del equipo hace sus funciones, y además bien. Es vital».

INQUIETUD CULTURAL. La vocación de trotamundos del Andrés portero también tiene su reflejo en el plano personal. «Me gusta viajar, conocer otros lugares, empaparme de otras culturas... Que no me lo cuenten», comenta el guardameta, que alterna destinos occidentales con otros más exóticos, como su visita a Japón el pasado verano.

Esa búsqueda de nuevas experiencias también le ha llevado a acercarse a la filosofía budista, que siempre ha dicho que le ha sido de gran ayuda en el fútbol a la hora de mantener la calma para tomar decisiones. De momento, Andrés no tiene previsto profundizar en sus conocimientos de esta religión en el país en el que cuenta con un mayor número de adeptos, China, aunque visto el potencial económico que está desplegando el gigante asiático para hacerse con grandes estrellas del fútbol mundial es una opción que no se puede descartar. «Están rompiendo un poco lo que es el mercado futbolístico. El problema es que si ponen en serio van a llevarse a todos los jugadores», bromea el portero del Submarino, que huye del perfil de portero supersticioso. Su única manía es «acordarme de los seres queridos antes de empezar un partido».

A Andrés tampoco le importaría frenar y echar raíces en Castellón, donde tiene fijada ahora su residencia, a la espera de resolver un futuro que, de momento, le obligaría a volver a Oporto al final de la presente temporada. «Me parece un lugar fenomenal para vivir, por todo. El ritmo de vida es muy tranquilo, lo tienes todo cerca, el trato de la gente, el clima...», enumera el 13 del Villarreal.

Mientras va completando etapas, Andrés tampoco descuida una formación que le dé otras opciones cuando llegue la hora de colgar los guantes. El portero es un informático en ciernes, una carrera que la exigencia del fútbol profesional le obliga a llevar «muy poco a poco».