El fuerte temporada de nieve que azotó desde primera hora de la mañana de ayer el País Vasco fue el protagonista del complicado desplazamiento del Villarreal a Eibar, bajo la incertidumbre de una posible suspensión, primero por la capa de nieve superior a los 15 centímetros con las que se encontraron los encargados de poner a punto el césped de Ipurua, y después por el cierre provisional del aeropuerto de Bilbao, donde aterrizó la expedición amarilla no sin antes tener que retrasar el vuelo desde el aeropuerto de Castellón.

Por suerte, todos los factores —incluido el climático, con 8º a la hora del partido— jugaron a favor de la disputa del encuentro, confirmada por el club armero apenas tres horas antes del arranque. Tras muchos minutos de espera, el avión del Submarino pudo despegar hacia Loiu tras recibir el visto bueno de las autoridades aeroportuarias, una vez despejadas las pistas en Bilbao. No menos frenética fue la jornada en Ipurua para los operarios del Eibar, que se afanaron en retirar durante toda la jornada la nieve acumulada en el terreno de juego. El trabajo de pico y pala de 22 operarios del Eibar y un buen número de aficionados voluntarios y la eficacia de los paneles de calefacción, a pleno rendimiento, dejaron el verde del estadio apto.

El Villarreal hizo noche en Durango y esta mañana, si el temporal no lo impide, volverá a Vila-real para empezar a preparar la cita del sábado ante el Girona.