Una palabra define las sensaciones y la motivación de Italia: vendetta. En la concentración de la azzurra solo existe ese pensamiento. Para una selección con cuatro mundiales es inconcebible la racha ante España, que la ha eliminado tres veces desde aquellos inolvidables cuartos del 2008 en Viena, con el penalti decisivo de Cesc que acabó con la maldición de la Roja y abrió el ciclo de éxitos. Luego vendría la goleada en la final del 2012 en Kiev (4-0) y otros penaltis en las semifinales de la Copa Confederaciones del 2013. “Es nuestra bestia negra, hay que acabar con eso”, proclamó el tosco Giorgio Chiellini, presente en todas las batallas, junto a Buffon y De Rossi.

Tres batacazos en ocho años duelen, pero el recuerdo que tortura es el de Kiev. Desde aquel desastre la reconstrucción ha sido notable. Ya no está Cesare Prandelli, ahora manda Antonio Conte, que tomó las riendas después del fiasco en el Mundial de Brasil. Dos años estará en el cargo, ya que después de esta Eurocopa dirigirá al Chelsea en la Premier.

El extécnico de la Juventus ha inculcado al equipo la misma mentalidad que en la vecchia signora. Las lesiones de Verratti, Marchisio y Montolivo pesaron también en la fortificación de un grupo granítico que basa todo en la defensa, con su famosa BBC (Barzagli-Bonucci-Chiellini), una jaula que cierra con llave Buffon.

El aviso a Morata // Enfrente tendrán a su colega Morata, al que ya han avisado de que juegue “con casco”. Solo Irlanda fue capaz de batir al suplente Sirigu. “Llevan muchos años juntos, se acoplan y se compensan. Bonucci es el jefe, Barzagli pone la calidad y Chiellini, la fuerza”, resume el madrileño.

Poco se parecerá la Italia de hoy a la que fue acribillada por España en Kiev. Aquella azzurra empezó con un 3-5-2 similar al actual. El empate del debut no se repitió en la final, donde Prandelli usó un 4-3-1-2. Ese sistema le permitió tumbar a Alemania en semifinales, pero la Roja, liderada por Xavi fue otra cosa. No está ya el de Terrassa, pero tampoco Pirlo. Sin él, se emprendió un camino al pasado, a esos orígenes defensivos que tanto gustan a los italianos. “Italia vuelve a ser Italia. Nos preocupa”, dijo Piqué.

En esa reconstrucción solo se mantiene inalterable la estructura defensiva, que apuntala el veterano De Rossi, ayudado en los interiores por Parolo y el pequeño Giaccherini. Florenzi, el carrilero de la Roma que sorprendió a Ter Stegen desde el mediocampo, jugará por la derecha y De Sciglio o Darmian por la izquierda. Es la única duda de Conte, que tiene la baja de Candreva. Arriba, ni rastro de Cassano y Balotelli. Eder y Pelle lideran un ataque gris, mientras los tifosi quieren a Insigne, el más bajito del torneo (1,63 metros). Sin excesiva calidad ni remate, Italia ha vuelto a su patrón de siempre. Defensa y contragolpe. No hay más.

En el 2012 Italia acabó con 58% de posesión (solo por detrás de España y Alemania), ahora es la 13ª con un 48%. Es otra idea, con un estratega que se mueve de maravilla en todos los frentes. Justo antes de la Eurocopa, Conte fue absuelto de un escándalo de apuestas por el que se pidieron seis meses de cárcel. H