No es lo mismo salir a un campo de fútbol a jugar que hacerlo para competir. Es incuestionable que la actual plantilla del Villarreal posee un nivel técnico superior al de la media de Primera, pero también es irrefutable que este grupo no posee en su genotipo el cromosoma que distingue a los equipos ganadores y competitivos. Cuando se encara el último tercio de la temporada ya es momento para haberse formado una idea clara de las carencias de un plantel que no ha rendido de acuerdo a las elevadas nóminas de sus futbolistas. La Champions se concluyó con cero puntos, unos números vergonzosos y que no se mantienen ni con la excusa del potencial del grupo que tocó en suerte. La eliminación en manos de un Segunda B, con el agravante de que se produjo en el Madrigal, es otro dato humillante que no se maquilla ni con el condicionante de que fuera el Mirandés, equipo revelación del torneo, quien ejerciera de verdugo. Y luego está ese cuarto puesto por la cola, en la frontera con el descenso, que refuerza los sonrojos de un equipo con un presupuesto que ronda los 70 millones de euros.

La calidad de una gran parte de futbolistas del Villarreal me ha tenido hipnotizado hasta la mañana de ayer. En la Romareda, y no me duele reconocer mi candidez y mi error en la sobrevaloración de este equipo, desperté de golpe y empecé a vislumbrar que este Villarreal necesita una remodelación de su plantilla. Demasiada gente acomodada junta y sin pretensiones de continuar creciendo en el fútbol. Falta hambre y sobra linaje. Un equipo no se construye a base de hojas con currículos afamados, sino con gente que se levanta cada mañana con el afán de superarse y la idea de ganar y ganar. Este Villarreal juega andando y piensa caminando. Si algo quedó suficientemente claro en Zaragoza es que se va a sufrir, y mucho, para lograr la permanencia y la afición amarilla tendrá que aportar con su aliento ese plus de carácter, garra y actitud para compensar el déficit de esos valores en el campo. Con la raza de Marcos Senna no llega.

Y en el interín se me antoja necesaria otra reflexión de puertas para adentro en la caseta del Villarreal como la que lideró Diego López el 18 de enero, después de la derrota en el Calderón ante el Atlético. El rendimiento, la implicación y la actitud de algunas de las estrellas amarillas es para estar preocupados e invita a reflexionar de que se antoja necesario un cambio de cromos en el Villarreal para la próxima temporada. La pregunta en el aire es quién será el encargado de liderar esa remodelación; es decir, si continuará o no en el banquillo el actual técnico, José Francisco Molina. Es una de las cuestiones importantes, al margen de la contratación de un perfil de futbolistas con más hambre y con ese gen competitivo que echo en falta en el actual Villarreal. Y es momento de que a quien no se sienta a gusto, o entienda que el Villarreal se le queda pequeño, se le busque la puerta de salida.

En el filial amarillo se están formando una generación de futbolistas con notables cualidades técnicas y un gran futuro ante sí, pero hay que darles tiempo para que vayan macerando en la barrica del filial. Es pronto para darles toda la responsabilidad, por ello hay que empezar a perfilar el proyecto 2012/2013. No es cuestión de dinero, aunque Roig tiene en la cabeza continuar el ajuste económico de la entidad para asegurar la viabilidad financiera del Villarreal. Pero al lado de un grupo de dirigentes que viven con tanta pasión su trabajo no pueden convivir jugadores acomodados o que no se sientan identificados con el proyecto, algo que ni se le escapa al presidente ni a su hijo y, por supuesto, a José Manuel Llaneza. Hoy no voy a dar nombres, pero a este equipo le sobran figurines y le faltan jugadores como Marco Ruben. Ayer salí de la Romareda totalmente defraudado. Estamos hartos de que el Villarreal viaje de turismo. Humildad, humildad y humildad. H