Y las bufandas ondearon al viento. Lo hicieron en el minuto 82 en un Madrigal que presentó, a pesar de la hora, una gran entrada y que empezó a desgañitarse después de tanto respeto contenido como se mascó en el partido de ayer. No era para menos. Bruno, siempre pensando en lo mejor para el equipo, hizo un paso al costado para que Denis botara una falta que acabó en un obús preciso en el momento más oportuno. El de ayer fue un partido equilibrado, táctico, sin excesivas concesiones al preciosismo y el trazo fino. Hubo que tirar de brocha de gorda durante muchas fases del mismo.

Más que los ataques brillaron las defensas. El cero en el marcador propio se cotizó anoche al alza para llegar al infernal San Paolo con todas las opciones. Pues, además de eso, se consiguió poner la balanza del lado groguet. Y todo gracias a ese espíritu competitivo y solidario que lleva el Villarreal en su ADN.

El Villarreal, cuando tuvo problemas para crear o afinar en el último pase, supo trabajar; y cuando tuvo que fajarse en el intercambio de golpes, lo hizo. Un partido más con la puerta a cero, un partido más ganado que se une a la racha. Todo muy fácil de escribir pero muy difícil de firmar sobre el césped. Este Villarreal puede que no tenga los números del Nápoles, pero tiene carácter, ambición y sabe ganarse el respeto que se merece.

Ayer lo hizo en Europa. De hecho, para la vuelta, Maurizio Sarri se encomendó a San Paolo. De momento, se impone el Madrigal. H