El Villarreal se recuperó con energía renovada del golpe de la última y polémica derrota contra el Eibar —que motivó las amargas quejas por la actuación arbitral de Ocón Arráiz en el Estadio de la Cerámica— y logró un triunfo con más autoridad de la que puede desprenderse por el 0-1 final. El Submarino apenas sufrió, salvo en los minutos finales, y sumó otro cero en contra que le sigue manteniendo como el equipo menos goleado de Primera División. En el lado negativo de la balanza, la dificultad para materializar las ocasiones que se generan. Se volvió a perdonar demasiado y eso mantuvo con vida a un moribundo Betis hasta el final. El Villarreal concluye la jornada 30 como quinto clasificado. En la Liga sigue cubriendo sus objetivos. El próximo viernes, otra final más por Europa.

El del Villamarín fue un Villarreal con muchas caras nuevas en el once inicial. Y sin Bruno, acostumbrado a ser titular siempre que afronta un encuentro en plenitud de facultades físicas. Siete cambios con respecto al once del Eibar, añadidos a la inusual ausencia del capitán, constituían una singular revolución. La justificación era la acumulación de tres partidos en tan solo seis días. Fran Escribá rearmó el equipo en defensa, con la presencia de sus dos centrales titulares —Musacchio y Víctor Ruiz—, y tuneó totalmente el centro del campo con Rodrigo y Jonathan dos Santos. Solo repitieron con respecto al pasado sábado Andrés Fernández, Mario, Samu y Soriano.

PRECAUCIÓN INICIAL

El Villarreal comenzó con cautela el partido. Líneas juntas y cierta precaución para frenar el arreón inicial del Betis, que se fue diluyendo poco a poco, presa de un nerviosismo producto de su situación en la clasificación, a solo nueve puntos del descenso. El peor enemigo hoy en día del Betis es él mismo. La primera gran ocasión fue para Nico Sansone, a quien Roberto Soriano dejó solo ante Adán, pero el delantero italiano —sobrepasado por su compatriota como máximo goleador del equipo amarillo en la Liga— no anduvo preciso en el remate.

Los amarillos apenas sufrían y les bastaba con muy poco para controlar a su rival. La pelota le duraba poco en su poder al Villarreal en los primeros lances, con numerosas pérdidas. El paso de los minutos fue envenenando el ambiente y convirtiéndose en una pesada losa para los béticos. La grada, siempre fiel a su equipo, mostraba su disgusto y su pesar con un Betis que no jugaba a nada. Y el Villarreal fue estirándose poco a poco. Rodrigo fue cogiendo el mando, escoltado por Jonathan, y el equipo de Escribá iba mandando avisos hacia los dominios de Adán. Samu Castillejo y Soriano explotaron las bandas, con la colaboración de los dos laterales amarillos. Y Adrián —titular ayer en detrimento de Soldado—, bien colocado en el segundo palo, encendía la caldera del Villamarín, en pleno plebiscito contra su entrenador. Al descanso se llegó con el Betis muy tocado y un Villarreal en alza, que ya había dado señales se sobra de que iba a por los tres puntos.

En la primera jugada de la segunda parte llegó el 0-1. Genialidad de José Ángel, con varios gambeteos en el lateral del área y un centro inteligente que fue bien rematado por un oportuno Adrián. El Betis seguía atascado y atacado por la presión de su afición, en pie de guerra contra sus jugadores. El Villarreal juntó líneas y presionó la torpe salida de balón de los andaluces, incapaces de enlazar tres pases con sentido. Los nervios y el encefalograma plano del juego de los locales, contrastaba con la tranquilidad y la claridad de ideas de los jugadores de Fran Escribá.

MÁS MÚSCULO

El partido parecía más decantado hacia un segundo gol del Submarino. El Betis logró su primer remate, aunque no entre los tres palos, en el minuto 60. Escribá movió con inteligencia los hilos y fortificó con el músculo de Bruno y Bakambu al equipo. Por entonces el Villarreal ya controlaba y marcaba los tiempos a su gusto y antojo. El Betis se desmoronaba con el Villamarín pidiendo la dimisión de su técnico y su junta directiva. Solo faltaba que el Villarreal plasmase su superioridad con un gol que certificase definitivamente un triunfo clave para el objetivo de conseguir una plaza en Europa.

Pero al Submarino le faltó, una vez más, ese instinto letal para machacar a sus rivales cuando los tiene contra las cuerdas. Samu Castillejo pudo apuntillar al Betis, pero la más clara oportunidad estuvo en los pies de Cédric Bakambu, que se plantó solo ante el portero bético pero acabó estrellando el balón en el poste.

EL SUSTO DE CEBALLOS

El Betis todavía mantenía algún atisbo de vida. El Villarreal le perdonó tanto que acabó resucitando a un muerto viviente como era el equipo de Víctor Sánchez. Los béticos, casi sin quererlo, se metieron en el partido en los últimos cinco minutos y Dani Ceballos, el líder de la nueva hornada de futbolistas surgidos de la cantera verdiblanca, pudo haber empatado el partido en la prolongación. Su disparo al palo hizo justicia con el conjunto amarillo, que acabó sumando tres puntos de oro. El Submarino aguantó perfectamente la presión y la victoria en el Villamarín le sirve para escalar un puesto y superar a la Real Sociedad. Objetivo cumplido. El viernes se puede dar un paso definitivo ante el Athletic para volver a Europa un año más.