No sé cómo quedará la confianza de los jugadores del Villarreal después del encuentro de ayer. En el vestuario planea ese sentimiento de tener el objetivo cerca y que solo falta cerrarlo con el retorno a la victoria. Una situación que genera deseo, presión, ansiedad o desasosiego -díganlo como quieran-. Lo cierto es que, visto el partido, no se les puede reprochar a los jugadores. La pelota no quiso no entrar. Cloc y cloc, así empezó el encuentro, con dos balones al larguero. Toda una premonición, que acabó sin suerte ni acierto en los últimos metros para marcar en alguna de las ocasiones claras de la segunda parte. Hasta se les escatimó un penalti.

En El Madrigal, con el sol cegador de la primavera y contra el colista, se esperaba encontrar, de una vez por todas, la luz en un partido de presente y futuro, por aquello de poner fin a la mala racha y mirar el futuro de otra manera. A la postre, todo quedó en la penumbra de un empate que, eso sí, aumenta en un punto la diferencia con el Málaga.

El gol sigue reñido con el Villarreal. El gol y la salud, porque las lesiones siguen acumulándose. La dinámica del Villarreal ha sido muy positiva durante la temporada. Ahora, en las duras y con medio equipo lesionado, no queda otra que mantener la serenidad y evitar presiones extras tanto internas como externas para cerrar con éxito una temporada que se presume exigente.

Serenidad y gol, claro. H