Un punto y gracias. Y no es que el Villarreal no lo mereciera, pero ayer volvió a exhibir viejos defectos y esa indolencia que le convierte en un equipo tan genial en ocasiones, como irregular en otras, o tan aplicado en el trabajo colectivo, como frío y anárquico a veces. Dejó momentos de buen fútbol, enlazados con instantes de desaparición, y acabó pagando caro su escaso aplomo y precisión en la definición.

No mereció ganar, pero tampoco perder un partido marcado por los errores del árbitro y los propios. Vicandi Garrido no vio un claro penalti de Manu Trigueros a Charles que observaron hasta en Australia, señaló otro de aquellos que si los sufre tu equipo en su piel acabas lamentando y clamando justicia, mientras que fue excesivamente celoso del reglamento cuando expulsó a Roberto Soriano en un lance que podía haber solventado perfectamente con amarilla, pero que el propio club debería castigar poniéndole la cara roja al internacional italiano por su estupidez, tan infantil como irresponsable.

El Villarreal fue ayer un plato con buena apariencia, pero al que le faltó sal y también más calor en la mesa. Ni el punto logrado ante el Málaga puede ser considerado como bueno, porque se aprieta la lucha por Europa dejando escaso margen al error, ni tampoco como malo, tras lo acontecido al quedarse con 10 jugadores durante más de 20 minutos.

UNA DE ARENA // Este Villarreal es un equipo muy irregular y ayer tocaba la cara menos amable, la opuesta a la del día del Sevilla. Hasta por hablar de aciertos o errores, tampoco Escribá estuvo acertado ayer, ni en la confección de un once con el que fue muy injusto con Samu Castillejo, ni tampoco en su tardía capacidad de reacción con los cambios.

El entrenador amarillo no es un hombre rotundo en las formas, pero sí es un técnico que convive con sus ideas. Y ayer, después de un gran partido en Sevilla, rescató su fórmula de un centro del campo sin hombres específicos de bandas, con Cheryshev y Castillejo en el banquillo, con la titularidad de Roberto Soriano, un jugador que apila talento e irregularidad en dosis alícuotas, y cuyas presencias y ausencias también reclaman la atención siempre por llamativas.

La puesta en escena llevaba escrita un 4-4-2 de manual, buen manejo de balón, concentración para no dejar espacios a un rival con vocación absolutamente defensiva y manejo de los tiempos del partido. Eso sí, con un cuarto de hora de retraso.

El Málaga se puso por delante en el marcador a los 14 minutos en una jugada de abc del fútbol, con un balón redirigido a la banda, con un buen centro de rosca del venezolano Rosales al que un delantero centro a la antigua como Charles respondió con un remate de cabeza clásico, que acabó superando a Asenjo y sorprendió a un Álvaro González que perdió el control de su espacio aéreo. Después del 0-1, renuncia absoluta al ataque y atrincheramiento en su área, se convirtió en la hoja de ruta del Málaga.

LEVE MEJORÍA // El Villarreal no jugaba mal, pero tampoco lo suficientemente bien. Sí, llegaba al área y ofrecía sensación de peligro, pero como reza el dicho siempre le faltaba la peseta para el duro. O aparecía una cabeza del rival o un pie en el momento justo, o bien se llegaba tarde en el remate final. Tampoco se sufría en absoluto y se tocaba bien el balón, incluso se dominaba el partido, pero faltaba desborde y un dominio real del área rival. Y con la banda de Roberto Soriano bastante coja en el juego ofensivo.

El Submarino fue diluyéndose en la segunda parte. El equipo de Escribá fue a menos y demostró sus carencias en ataque. El árbitro estuvo como el partido: flojo y errático. No vio un claro penalti de Trigueros a Charles por agarrón en el área y fue bueno con los amarillos al señalar una pena máxima por un derribo de Rosales a Sansone, cuanto menos dudoso. Bruno empató el partido, pero el Villarreal continuaba jugando a muy poco. A ritmo diésel y exento de esa punta de desborde y velocidad necesarias.

El Málaga, por su parte, sacó las garras y también evidenció que este equipo de Escribá posee dos caras muy diferenciadas, al margen de un gran portero como Asenjo. Muy bien en defensa, pero otra, romo y errática en ataque. Y el técnico amarillo tampoco reaccionaba. El primer cambio llegaba en el minuto 67 con la entrada de Bakambu por Adrián.

El partido no era bueno. El árbitro, tampoco. Y una nueva decisión exagerada del colegiado, tanto como infantil e innecesaria la acción de Roberto Soriano, quien dejó a su equipo con un hombre menos al serle mostrada la cartulina roja a los 70 minutos. Más difícil todavía. El Villarreal necesitaba de verdad a alguien como Samu Castillejo. El malagueño entró en el 76’ e hizo más en un cuarto de hora para el juego ofensivo de los suyos, que lo que se había hecho durante el resto del partido. Samu reactivó al equipo con sus apariciones, aunque al Villarreal le faltaba sal. Era un equipo soso y aburrido.

Y Samu la tuvo al final, pero Kameni salvó al Málaga, como lo había hecho minutos antes Asenjo con el Villarreal. Un empate justo, en un partido insípido. Al Submarino se le complica Europa. Ayer tocaba la cara amarga de un equipo muy irregular. El jueves se recibe a la Roma. Ese día se espera la versión A. La buena y la que todo el mundo desea.