Para tener la distinción de líder hay que ganarse el puesto con ataques, con decisión y parecer intocable en la Vuelta, tal como demostró un valiente, aguerrido y sensacional Simon Yates en la cumbre de la Rabassa. Para ser gregario, hay que aprender el oficio, haber bajado más de una vez al coche a por bidones, saber llevar al jefe de filas y no cometer errores tácticos, casi sangrantes, que lo único que sirven es para hundir en la miseria al líder al que se trata de ayudar, al que quería, sin saber el oficio, conducir Nairo Quintana a lo más alto de una Vuelta que comenzó a escapársele a Alejandro Valverde en la primera de las dos etapas andorranas.

Las piernas de Valverde no tuvieron la frescura de otros días. "El cuerpo no siempre responde igual". Y en La Rabassa quedó demostrado que el ciclista murciano anduvo muy alejado de la brillantez que ha ido demostrando en esta Vuelta, si se exceptúa la contrarreloj de Torrelavega. De haber sido el gran Valverde, sin duda, no le habría cedido 1.07 minutos a Yates, que se aprovechó de un puerto de los de toda la vida, largo, sin porcentajes extraterrestres y de los que realmente marcan diferencias. Y las consiguió. Con decisión, con gallardía y con un ataque certero a 10 kilómetros de la meta, un demarraje alejado de los habituales, de los de la zona de vallas tan vistos en el último Tour.

Pero, ¿cómo llegó el ataque de Yates? ¿Qué sucedió en los kilómetros previos? ¿Quién llevaba la batuta en la orquesta de la Vuelta? Era el equipo Movistar, el que intentó cortar a un líder que se movía rezagado por el pelotón camino de La Seu d'Urgell, y el que estuvo magnífico mientras los gregarios, los que saben, los que tienen un Master real, de los de ir a la clase que se imparte en cada etapa, cuidaban de Valverde. Magnífico estuvo Imanol Erviti. Certero anduvo Winner Anacona, a quien, agotado por la entrega al jefe, le fallaron las fuerzas a 11 kilómetros de la meta. ¿Y entonces qué? Entonces atacó Quintana, no se sabe para qué, con qué propósito y adónde iba. Su ofensiva solo sirvió para despertar el apetito de Yates, también el de Steven Kruijswijk, que desplazó provisionalmente a Enric Mas del podio, y las ansias de Thibaut Pinot para ganar una segunda etapa en la Vuelta.

Una situación extraña

Incomprensiblemente, ver para creer, Quintana estaba delante y Valverde sufriendo por detrás. Hasta hubo un instante que colaboró con Kruijswijk. "Tras estos movimientos (el de Quintana por supuesto) me decidí a atacar". Así de claro se pronunció Yates, quien en un abrir y cerrar de ojos enlazó con el grupo de Nairo mientras un voluntarioso Richard Carapaz, con más corazón que piernas, auxiliaba a Valverde por detrás. "Carapaz trató de tapar el hueco pero se nos hizo cuesta arriba", añadió el murciano.

Y cuesta arriba estaba Quintana hasta que se paró para ponerse a hacer lo que debería haber hecho desde el principio, y dejarse de batallas imposibles. Se puso a tirar de Valverde, a tratar de cerrar una distancia ya imposible que, a falta de 5 kilómetros para la cima, ya alcanzaba el minuto. Adios a la Vuelta a no ser que este sábado lo remedie un milagro en Andorra. Y para colmo, encima, hasta tuvo la desgracia de pinchar para enlazar luego -aplaudible el gesto- con Valverde aunque ya estaba cansado. De ahí al final, de mal en peor. Hasta el punto de que Valverde llegó "un poco apajarado". Salvó la segunda plaza pero quedó en evidencia lo que se certifica todo el año: el tiempo de Quintana comienza a ser el de pasado.

Mas admite que se confió demasiado

Enric Mas no llegó a la cumbre de la Rabassa todo lo feliz que quería y admitió que pecó de confiado ya que se equivocó al no reaccionar ante los ataques de Yates y compañía creyendo que el Movistar y el Astana neutralizarían la situación. "Me confíe demasiado, debo admitirlo. Pero voy a dormir más tranquilo siendo cuarto que tercero de la general porque mañana voy a atacar".

El ciclista mallorquín, todavía sin la experiencia suficiente, la que dan las etapas y los años, fue demasiado conservador en la primera etapa andorrana pero no tiene con 17 segundos de desventaja todavía perdido, ni mucho menos, el podio de Madrid.