El helado es bastante más que un postre o un capricho veraniego. Tiene una gran importancia en la alimentación y es muy completo desde el punto de vista nutricional por la gran variedad de ingredientes que se utilizan en su elaboración (leche, cacao, huevos, cereales, yogur, frutas, frutos secos...).

Es, además, un alimento que debe incluirse en toda dieta variada y equilibrada y por su composición y contenido calórico se adapta perfectamente a la alimentación tanto de verano como de invierno.

Para combatir el frío se precisa una alimentación rica en calorías y proteínas y los helados las aportan de una forma equilibrada y sabrosa. Estas características hacen de este un producto adaptable a todas las edades y dietas.

Niños, deportistas y ancianos pueden encontrar en él una forma agradable de alimentarse. El helado de calidad debe ser cremoso, con unos 10 gramos de grasa por cada 100 de producto, a diferencia de los de leche, que contienen cerca de los 6. Los helados se clasifican en cuatro tipos: los preparados con crema o nata, leche y grasa animal o vegetal; los elaborados con zumo y agua, (sorbetes y granizados); postres helados (tartas y pasteles) y los preparados para las personas con intolerancias, diabéticos y dietas bajas en calorías.

En los mercados municipales de nuestra ciudad podemos encontrar helados artesanos y singulares de gran calidad. Un helado puede combinarse con fruta fresca, como postre, desayuno o merienda, algo saludable, delicioso y rico en vitaminas y nutrientes. Una vez comprados, se deben transportar dentro de bolsas isotérmicas para no alterar la cadena de frío.