El pepino es el fruto de una planta herbácea, emparentada con sandías y melones, junto a otras hortalizas como el calabacín o la calabaza. Es originario de zonas tropicales del sur de Asia. Los romanos lo empleaban como hortaliza y con fines medicinales; ellos lo introdujeron en Europa. Hoy es la cuarta hortaliza más cultivada en el mundo.

Las diferentes variedades se clasifican dependiendo del tamaño, forma y color de la piel. El pepino de tipo español es una variedad pequeña, de un máximo de 15 centímetros de longitud y un peso medio de 125 gramos. Tiene la piel verde, con rayas de color amarillo o blanco, se consume en fresco o encurtido. El pepino francés es de unos 20 ó 25 centímetros y hay dos variedades, con verrugas y piel lisa. El pepino holandés es largo, con la piel lisa y surcada. También hay pepino en sazón durante el verano, aunque se puede comprar todo el año de invernadero.

Cuando adquiramos pepinos en los mercados municipales elegiremos ejemplares verde oscuros, sin manchas amarillentas ni defectos, firmes y sin tener un diámetro muy ancho. Descartaremos los grandes, que suelen ser amargos, de textura más blanda y con semillas duras; y los de extremos resecos o que presenten colores amarillentos, que indican un fruto duro y amargo. Al adquirirlos presionaremos en el extremo del tallo, si es blando hace tiempo que fue recolectado.

El pepino es una hortaliza que ha de consumirse poco madura. Se pueden conservar en el frigorífico durante días, pero no se pueden congelar, ya que se ablandaría su pulpa. Tiene un bajo aporte calórico debido a su pequeño contenido en hidratos de carbono y a su elevado contenido de agua. Es un alimento muy refrescante, resulta ideal para elaborar ensaladas y gazpachos. Para aprovechar sus cualidades hay que consumirlo crudo, lavado y sin cáscara. También se puede acompañar de limón o yogur.