La sepia es un molusco perteneciente a la familia de los cefalópodos, muy demando por los clientes de las pescaderías de nuestros mercados municipales. La podemos adquirir durante todo el año, congelada o fresca. La primavera es una buena época para degustar este manjar que nos ofrece el mar Mediterráneo.

Compañera inseparable de paellas y guisos marineros, es muy utilizada en el recetario tradicional de nuestro país y presente en la carta de los restaurantes más vanguardistas del momento. Su proceso de preparación es muy similar al de los calamares, llegando muchas veces a ser sustituto de estos. Unas de sus mejores y populares preparaciones es a la romana o en forma de rabas y resulta deliciosa en su tinta o como los marineros la cocinan cuando son ejemplares pequeños y muy frescos, a la brutesca, prácticamente sin limpiar y a la plancha; y, por supuesto, acompañada por un buen all i oli. La sepia o enterita a la plancha con salsa verde es un clásico, habitual en los bares, tascas y chiringuitos de nuestra ciudad.

Para conservar una sepia fresca hay que guardarla en el frigorífico a temperaturas de 1º a 4º grados, cubierta con un paño y nunca más de dos días. La sepia admite la congelación y puede guardarse desde -18 a -20° grados de seis a 12 meses. Para hacerlo, hay que asegurase de que esté muy fresca y congelarla rápidamente. La sepia officinalis es la más capturada en nuestro mar Mediterráneo, así como las pequeñas sepias, llamadas sepionet de puntxa, de color rosa intenso y de sabor potente. La sepia india es muy parecida a la nuestra y llega siempre congelada.

En definitiva, la sepia es una tentación a la que resulta difícil resistirse. Acompañada con cava, vino blanco, cerveza o un vermú es el aperitivo perfecto.