"Buscamos refuerzos para nuestro equipo". La frase puede leerse impresa en varios coches volkswagen de color rojo aparcados frente a la puerta de Mobile Krankenhauspflege (MK), en el barrio berlinés de Lichtenberger. La empresa busca personal capacitado para prestar servicios en pisos compartidos con personas dependientes. La oferta es para atender en su propio domicilio, por turnos, a ciudadanos que no se pueden valer por si mismos. Esta opción, que MK asegura que facilita "vivir de forma independiente e individual" tiene sus partidarios frente a las residencias de tercera edad, por prestar un servicio menos masificado y de trato más singular.

Pero la oferta no encuentra suficientes demandantes. Este caso de atención a personas dependientes es uno de los muchos ejemplos de este desajuste laboral que afecta a la sociedad germana. La paradoja es que en Alemania hay 2,5 millones de personas sin empleo, cifra que se amplia hasta diez millones de ciudadanos si se incluye a quienes por diversas vías reciben ayudas públicas para completar sus ingresos. La propietaria de MK, Angela Berger, admite que ella tampoco "sabría explicar" este desajuste entre oferta y demanda de trabajo. Alguno de los 40 trabajadores de esta empresa de asistencia domiciliaria admiten que "es un trabajo que no está reconocido socialmente". Lo explica también que la mayoría de alemanes jóvenes quieren ser universitarios.

Según un estudio del Instituto para la Investigación del Mercado laboral y el Empleo (IAB en sus siglas alemanas), entre abril y junio de este año no se han podido cubrir 985.000 ofertas de empleo. Contrasta con la fuerte inmigración que ha recibido Alemania los últimos tiempos, tanto comunitaria como extracomunitaria. Las principales causas que apuntan los expertos son el desconocimiento del idioma y la dificultad para convalidar en Alemania los títulos obtenidos en el país de origen.

La barrera idiomática, sobre todo en la prestación de servicios, es disuasiva. Pero también existe la queja contraria de que por parte del estado alemán no se trabaja lo suficiente para superar el escollo de la lengua, porque para aprenderla hasta un nivel aceptable y acceder a un empleo se necesita tiempo viviendo en el país y los cursos de alemán adecuados. Y muchas empresas no disponen de los recursos suficientes para financiar este aprendizaje, a no ser que recurra a los programas específicos de la UE.

Hasta ahora, los españoles que han acudido a Alemania en busca de trabajo han tenido acceso a ayudas sociales hasta encontrar un empleo. Este sistema, que también tiene detractores, supone que la Administración ejerce un férreo control sobre el aprovechamiento de las ayudas y valora si los alumnos cooperan, asisten a los cursos de formación y buscan activamente un trabajo. Sin embargo, la ministra de Trabajo Andrea Nahles advirtió el pasado abril que recortará estas ayudas, lo que reducirá las oportunidades de integración para los ciudadanos del resto de la UE que aspiren a trabajar en Alemania.

En cuanto a los inmigrantes extracomunitarios, especialmente los refugiados de todo el mundo llegados durante los últimos años, la perspectiva es peor. El gobierno ha presentado un plan para integrar solo a 10.000 jóvenes de este colectivo en un programa de formación profesional. Un número reducido en comparación con la polémica oferta de trabajo a 100.000 inmigrantes por el salario de un euro la hora hasta que tengan conocimientos básicos.