Alemania vuelve a sacar pecho de su salud económica. Durante el 2016 los gobiernos federal, estatales y locales obtuvieron muchos más ingresos de lo que gastaron, registrando un superávit de hasta 23.700 millones de euros que supone la cifra más alta desde la reunificación del país en 1990, hace 25 años. Así, la principal potencia económica del continente ha mejorado las previsiones del 0,6% calculadas en enero del año pasado por la Oficina Federal de Estadística de Wiesbaden y ha conseguido catapultar sus resultados un 0,8%.

Con estos números, el Estado alemán suma su tercer año consecutivo con superávit, un objetivo que se ha convertido en la principal prioridad para el ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble, padre de la ortodoxia fiscal que Alemania exige a los otros países de Europa. Estos números están lejos de los límites de déficit establecidos por el Tratado de Maastricht en el que se estipula que el volumen de pérdidas de los miembros de la Unión Europea no puede superar anualmente el 3% de su producto interior bruto (PIB).

El mayor superávit lo registró la seguridad social, con unos beneficios sobre gastos que ascienden a los 8.200 millones de euros, mientras que el gobierno federal encabezado por la canciller alemana Angela Merkel consiguió un ahorro de 7.700 millones de euros, menos que los 10.000 millones obtenidos durante el 2015.

CRECIMIENTO ECONÓMICO

La mejora se debe en parte a la fuerte mejoría económica registrada por el país, que en 2016 creció un 1,9% en la que supone la mayor tasa de los últimos cinco años. Este fuerte y constante crecimiento alemán fue impulsado por el consumo interno, el boom del mercado de la construcción y el gasto público que el Estado ha destinado a partidas como la ayuda a los refugiados. Este superávit de récord también es gracias a una cifra general del desempleo que no para de reducirse. Tras algunos meses en que se llegó a unos mínimos de paro históricos, Alemania cerró el año pasado con una tasa de desempleo de solo el 5,8%.

Más allá de la incertidumbre que despiertan las políticas proteccionistas de Donald Trump y el impacto en la balanza comercial que pueda tener el Brexit, el Bundesbank espera que el crecimiento económica siga su curso. En 2016 Alemania registró un récord en exportaciones pero eso no evitó la desaceleración del comercio exterior, ya que el aumento de las importaciones fue mayor.

EL MILAGRO ALEMÁN SE DESHINCHA

A pesar de que estas cifras macroeconómicas son un orgullo para Schäuble y pueden servir a Merkel de cara a las elecciones federales del próximo 24 de septiembre, el llamado “milagro alemán” no es un camino de rosas. Más allá de maquillar las cifras, los minijobs y la flexibilización del mercado laboral han profundizado una creciente precariedad socio-laboral que ha forzado miles de jubilados a seguir trabajando para sobrevivir. Los cambios estructurados impulsados en la última década bajo el paquete de reformas de la Agenda 2010 ha llevado a un empobrecimiento de los ciudadanos de la cuarta economía mundial. La población en riesgo de pobreza crece, así como lo hace el número de millonarios, llevando a Alemania a ser un país cada vez más desigual.

A ello se le suma que Schäuble se niega a las peticiones de que utilice el margen fiscal que tiene el país para profundizar en las inversiones en infraestructuras públicas, que le llegan tanto de organismos internacionales como de sus socios de gobierno socialdemócratas. En lugar de eso el ministro de Finanzas, imagen icónica de la austeridad y del ahorro, opta por destinar los beneficios del superávit a amortizar la deuda pública que dentro de unos años tendrá que afrontar una población alemana muy envejecida.