El efecto negativo del conflicto catalán en la economía de España es una realidad. José Ignacio Goirigolzarri explica por qué la clave son las elecciones del 21-D.

-¿Limitar el impacto económico depende de que se forme un Gobierno constitucionalista o uno nacionalista que renuncie a la vía unilateral?

-No lo concretaría tanto. Es indudable que hubo un shock de incertidumbre en septiembre y octubre que provocó que decisiones de inversión empresarial y de consumo familiar se frenaran, además de una bajada del turismo. Pero con independencia de la aritmética parlamentaria y de cómo se organice el gobierno, si las empresas y los hogares perciben un marco de seguridad jurídica estable, sus decisiones pueden ser reversibles y el impacto económico será menor. Si la incertidumbre se mantiene, pueden seguir postergando sus decisiones o abandonarlas, y la influencia sería seria y profunda para la economía española. Soy optimista porque nos conviene a todos encontrar esa solución de estabilidad. Pero otra cosa es ser ingenuo: hay mucho trabajo por hacer, tanto desde el punto de vista político como social, para acercar y cohesionar las dos sociedades.

-Muchas encuestas apuntan a una nueva victoria independentista.

-Más que el número de votos y escaños, que puede ser relevante para la aritmética, lo importante es la actitud de las personas que ocupen esos escaños. Tienen una gran responsabilidad. Su entendimiento, su capacidad de llegar a acuerdos más allá de las discrepancias y de transmitir a la sociedad un entorno estable y de no rupturas, va a influir de forma definitiva en la economía.

-¿Qué efecto hubo en la banca?

-Fue muy concentrado y abrupto. El hecho de que dos bancos tan importantes como CaixaBank y el Sabadell cambiaran de domicilio social y fiscal fue muy llamativo. Como consecuencia, se habló muchísimo de que había habido grandes movimientos de fondos. Pero los movimientos se concentraron en la semana anterior a que el Sabadell anunciara el cambio de sede. Después hubo una normalización, no sé si total y absoluta, pero sí muy clara, que ha sido buena para todos.

-¿Esa normalización significa la vuelta de los depósitos que recibieron de entidades catalanas?

-Quiere decir que no siguieron los flujos. Es difícil saber qué parte vuelve porque el grueso del flujo se produjo en clientes compartidos -los españoles tienen de media 1,6 cuentas por familia- que hacen una transferencia de una entidad a otra.

-¿Ve posible que CaixaBank y Sabadell vuelvan a Cataluña?

-Es una decisión que tienen que tomar sus consejos. No me atrevo a pronunciarme sobre ello.

-¿Ve posible que España recupere una plaza en el comité ejecutivo del Banco Central Europeo? ¿Tiene algún candidato?

-En España hay mucha gente con mucho talento y estoy convencido de que se encontrará algún candidato. Ojalá recuperemos el puesto, sería muy importante.

-Lo ha eludido, pero como sabe, el ministro Guindos suena para vicepresidente del BCE.

-Haría un gran papel. Tiene las características personales y profesionales para que así sea. Otra cosa es que nosotros le echaríamos mucho en falta, porque ha sido nuestro ministro y nuestro referente durante estos cinco años.

-Ha agradecido a Guindos que haya respetado su independencia en la gestión de Bankia. ¿Le preocupa que su sustituto fuera más intervencionista?

-Estoy convencido de que el compromiso de no injerencia es del Gobierno y que con el nuevo ministro, si lo hubiera, mantendríamos las mismas relaciones.

-¿Qué lecciones se deben extraer de la resolución del Popular?

-Fue una solución magnífica. Pero habría que dotar al MEDE u otra agencia europea de la capacidad de inyectar liquidez para que las decisiones sean menos abruptas. La alternativa que propone Bruselas de aprobar moratorias en el acceso a los depósitos es peligrosa potencialmente.