El Fondo Monetario Internacional ha emitido este lunes un importante voto de confianza en la segunda economía mundial, al incluir al yuan chino en la cesta de divisas que ejercen de moneda de reserva internacional. A partir de octubre de 2016, el yuan o renminbi pasará a engrosar junto al dólar, el euro, la libra británica y el yen japonés los activos de reserva que utiliza para sus préstamos de emergencia. La decisión supone un reconocimiento de la innegable ascendencia china, pero conlleva también ciertas exigencias implícitas, como una mayor transparencia a la hora de comunicar su política monetaria y la necesidad de continuar con las reformas para abrir sus mercados a la inversión extranjera.

China había fracasado en su intento de sumarse a la cesta de monedas que conforman los derechos especiales de giro (SDR, de sus siglas en inglés) hace cinco años, pero volvió a intentarlo en 2014 y tras algún revés inicial, los análisis técnicos del FMI validaron sus aspiraciones hace dos semanas. Esencialmente tenía que cumplir con dos criterios: tener una divisa “negociada ampliamente” y “libremente utilizada”. Respecto al primero no había ninguna duda, ya que el gigante asiático es el mayor exportador del mundo y su moneda fue la segunda más utilizada el pasado agosto en los intercambios comerciales, según el sistema de pagos Swift. En cuanto al segundo criterio hay mucho más escepticismo porque el yuan sigue sin ser convertible en muchas operaciones y su margen de fluctuación está controlado por el banco central.

“Es un hito importante en la integración de la economía china en el sistema financiero internacional”, ha dicho la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, tras la decisión adoptada por los 188 países que forman el consejo directivo del organismo. “Es también un reconocimiento del progreso realizado en los últimos años por las autoridades chinas para reformar sus sistemas monetario y financiero”.

Aunque los analistas creen que la decisión es esencialmente política y tiene un valor más simbólico que práctico en el corto plazo, el nuevo estatus del yuan refuerza la legitimidad internacional y debería servir para que los bancos centrales acaparen mayores reservas en moneda china. Para cumplir con los criterios del FMI, su banco central se ha visto obligado a adoptar medidas para relajar los controles sobre la fluctuación del yuan y mejorar el acceso a sus mercados de los inversores extranjeros, lo que ha traducido en una pronunciada devaluación.

Algo más que prestigio

La última vez que una divisa se unió al club de monedas de reserva internacional del FMI fue en 1999, cuando el euro reemplazó al marco alemán y al franco francés en su cesta de divisas. China llevaba más de un lustro persiguiendo la entrada en el club, no solo por una cuestión de prestigio sino por la potencial credibilidad que otorgara a su moneda como activo seguro para bancos centrales y otras entidades financieras. El mes pasado, su presidente Xi Jinping, aseguró que el nuevo estatus del yuan servirá “para mejorar el sistema financiero internacional y para salvaguardar la estabilidad financiera mundial”. Pekin quiere también que el FMI reforme su sistema de cuotas para otorgar a China y otras economías emergentes un mayor poder de decisión en los asuntos del Fondo, que ejerce de prestamista internacional de último resorte, pero de momento esta en suspenso por la oposición del Congreso estadounidense.