España sigue siendo una de las luces en el incierto mapa de grises de la economía de la eurozona, pero no debería caer en la autocomplacencia. En su último informe sobre la economía del continente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) aconseja al país que mantenga la moderación salarial para mejorar la competitividad de las empresas, especialmente las pymes, y exhorta al Gobierno de Mariano Rajoy a seguir reduciendo las trabas regulatorias que frenan la expansión empresarial mediante una rápida implementación de la unidad de mercado o la liberalización de los servicios profesionales.

Ninguna de estas recomendaciones es nueva pero, a ojos del FMI, son fundamentales para que España pueda romper las cadenas de su desorbitado desempleo estructural. El informe menciona la dualidad -entre fijos y temporales- que define el mercado laboral español e insta a la Administración a imponer un mismo sistema de despido para todos los trabajadores basado en la antigüedad. También le pide que refuerce los mecanismos de la ley de segunda oportunidad que facilita la restructuración a las empresas insolventes y recomienda a los bancos que relajen los criterios que traban el acceso al crédito de las pequeñas y medianas empresas.

Como le sucede al grueso de las economías de la eurozona, España se ha beneficiado de los bajos precios del petróleo, del dinero barato del Banco Central Europeo o de la consiguiente debilidad del euro, que favorece a las exportaciones. Pero el Fondo advierte de que la recuperación en curso tiene los pies de barro y podría hundirse en cuanto se diluya cualquiera de los factores que impulsan el repunte cíclico actual. «Un golpe moderado a la confianza, ya venga de unas perspectivas de crecimiento futuro más bajas de lo esperado o del recrudecimiento de las tensiones geopolíticas, podría abocar al bloque a un prolongado estancamiento», dijo ayer Mahmood Pradhan, el jefe de la misión para la eurozona al presentar el informe en Washington.

Según las previsiones de sus analistas, la eurozona crecerá este año un 1,5% del PIB, solo una décima más de lo pronosticado de abril, y un 1,7% en 2016. O lo que es lo mismo, «la recuperación se está reforzando». Pero el informe también constata que el panorama a medio plazo es poco alentador por la «insuficiencia crónica de la demanda, a los dañados balances empresariales y bancos, y a la profunda debilidad estructural». Su diagnóstico también esboza otro problema: el hecho de que tanto los legisladores europeos como las autoridades bancarias en Fráncfort se estarían quedando sin munición para hacer frente a vaivenes adversos. Los tipos de interés están en mínimos históricos y el BCE se ha embarcado en una programa de compra masiva de bonos del Tesoro para estimular la economía.

EMPUJÓN COLECTIVO

De ahí que le pida a Bruselas un «empujón colectivo» para apuntalar la deficiente arquitectura del euro con reformas estructurales. Respecto a Grecia, el informe describe su situación como «fluída», aunque también deja claro que sigue siendo «una fuente clave de inestabilidad» y que la eurozona debería prepararse para gestionar un potencial contagio con todas las medidas a su alcance. También pide al BCE que garantice el acceso a la liquidez de los bancos, que mantenga bajo control las primas de riesgo y se prepare para expandir su programa de compra de deuda si las condiciones financieras se deterioran.