José Ignacio Goirigolzarri (Bilbao, 1954) lee estos días el libro ‘El mejor equipo del mundo’. Trata sobre su querido Athletic Club de Bilbao, pero bien podría reflejar lo que el primer ejecutivo de Bankia siente cuando habla del equipo gestor que reemplazó a Rodrigo Rato y que ha pilotado la reestructuración del banco desde el rescate hace cinco años. Un cierto orgullo por el trabajo hecho, no obstante, no le impide admitir los retos que aún enfrenta.

-Un lustro después, ¿estuvo justificado el rescate de Bankia?

-No se puede decir que las cosas son buenas o malas sin ver la alternativa y cualquier alternativa hubiera sido peor. No se salvó a los banqueros, sino a más de seis millones de depositantes, que por ley tenían garantizados más de 60.000 millones de euros. La cuestión es quién hubiera puesto ese dinero. Se hubiera producido una desestabilización de todos los bancos. Por contra, la prima de riesgo bajó y con ello abarató la financiación de empresas y familias.

-Bankia debería subir en bolsa más de un 150% en 2 años para devolver 22.424 millones en ayudas. ¿Es hora de decir que no se devolverá todo?

-Hemos devuelto ya 1.800 millones y reintegrado otros 5.000 millones a los preferentistas y a los minoristas de la salida a bolsa. Que se devuelva todo o no va depender de una forma extraordinaria del precio que el mercado dé al sistema financiero y de la evolución de los tipos. Lo que sí puedo asegurar es que nos vamos a seguir dejando la piel. Pero con independencia de cuál sea la devolución final, la decisión del rescate de Bankia fue acertada sin ninguna duda.

¿Por qué no retrasar la privatización al 2019, que es cuando se espera que el BCE suba tipos?

-Es muy difícil saber lo que va a ocurrir en el mercado. Pero más allá del volumen de devolución de ayudas, hay dos factores cualitativos: la privatización es el único elemento que falta para normalizar el proyecto, y es la manera de asegurar su profesionalización en el futuro.

-¿Cuándo podría colocar el Estado otro paquete en el mercado?

-Está todo preparado. Este año ha habido alguna ventana que por distintas circunstancias no aprovechó. Todavía quedará alguna este año, aunque muy estrecha. Más probablemente en febrero que en enero presentaremos un plan estratégico y habrá una oportunidad clara.

-¿Para qué sirve una operación así?

-Se lanza el mensaje de que el Gobierno tiene la intención de cumplir el mandato de privatizar Bankia antes de finales del 2019. Y se hace más atractivo el título al darle mayor liquidez. Los grandes fondos tienen ahora dificultades para invertir en el banco sin afectar al valor porque la liquidez es escueta.

-¿Eso justifica vender a los actuales cuatro euros por acción cuando en el 2014 se hizo a seis euros?

-Entonces el sistema financiero cotizaba a multiplicadores más altos. Si uno tiene el mandato de privatizar el 31 de diciembre del 2019, tiene que ir vendiendo a precios que coyunturalmente tengan sentido. Es imposible optimizar la salida de un valor porque es imposible saber lo que va a ocurrir en el mercado.

-¿Por qué rechazó ser consejero delegado con Rodrigo Rato y aceptó ser su sustituto como presidente?

-Al incorporarme a un proyecto tan complejo como Bankia asumí personalmente un riesgo. Y lógicamente quería toda la responsabilidad. Ser número dos es una posición muy importante, pero con tremendas limitaciones.

-¿Se planteó no destapar las tarjetas ‘black’ para no perjudicar la imagen del banco?

-Cuando defiendes que hay unos principios y valores que no se pueden transgredir, no tienes la más mínima duda.

-¿Por qué impactaron tanto? ¿Son el ejemplo de una forma de actuar en los años de la burbuja?

-Impactaron porque las ‘black’ todo el mundo las entiende. Y si encima puedes ver los gastos de cada persona, pues lo visualizas más y eso genera el enfado lógico. Pero no les daría un carácter ejemplarizante en el sentido de si había más o menos corrupción.

-Se acerca el juicio por la salida a bolsa. Bankia alega que sus antiguos gestores eran malos profesionales pero no delincuentes. ¿Afectará a su reputación?

-Nos afectaba mucho en el 2012 y el 2013. Pero no creo que vaya a tener repercusión en nuestra imagen. Llevamos varios años en que el público sabe diferenciar entre el pasado y el presente. Creo que entiende nuestra posición.

-¿Saldrán 2.000 trabajadores por la fusión con BMN?

-No lo tenemos cerrado. Nos gustaría llegar a un acuerdo con los sindicatos y cerrar el proceso en el primer trimestre.

-Ha comentado que no se plantearán nuevas fusiones hasta que cierren la absorción de BMN. ¿Cuándo prevé hacerlo?

-El segundo trimestre es una previsión razonable. Pero de ahí no se deduce que cerrado el proceso de integración empecemos a pensar en una nueva integración. Cualquier operación tiene que tener sentido industrial, financiero y coger a la organización en un bueno momento de musculación comercial. Cuando salgamos de BMN podríamos empezar a analizar todas esas cuestiones.

-Comprar bancos regionales de cajas sería una forma de crecer en zonas con poca presencia.

-Desde el punto de vista de cobertura de mercados, tiene mucho sentido. El escenario base es mantener nuestra independencia.

-¿Cuánto tiempo prevé estar en su cargo?

-Estoy comprometido con el proyecto pero no me voy a aferrar al puesto. No hago planes a largo plazo. Desde el punto de vista de gobierno corporativo, el consejo tiene un plan de sucesión desde hace un par de años.

-¿Limitar el impacto económico depende de que se forme un Govern constitucionalista o uno nacionalista que renuncie a la vía unilateral?

-No lo concretaría tanto. Es indudable que hubo un shock de incertidumbre en septiembre y octubre que provocó que decisiones de inversión empresarial y de consumo familiar se frenaran, además de una bajada del turismo. Pero con independencia de la aritmética parlamentaria y de cómo de organice el gobierno, si las empresas y los hogares perciben un marco de seguridad jurídica estable, sus decisiones pueden ser reversibles y el impacto económico será menor. Si la incertidumbre se mantiene, pueden seguir postergando sus decisiones o abandonarlas, y la influencia sería seria y profunda para la economía catalana y española. Soy optimista porque nos conviene a todos encontrar esa solución de estabilidad. Pero otra cosa es ser ingenuo: hay mucho trabajo por hacer, tanto desde el punto de vista político como social, para acercar y cohesionar las dos sociedades.

-Muchas encuestas apuntan a una nueva victoria independentista.

-Más que el número de votos y escaños, que puede ser relevante para la aritmética, lo importante es la actitud de las personas que ocupen esos escaños. Tienen una gran responsabilidad. Su entendimiento, su capacidad de llegar a acuerdos más allá de las discrepancias y de transmitir a la sociedad un entorno estable y de no rupturas, va a influir de forma definitiva en la economía.

-¿Qué efecto hubo en la banca?

-Fue muy concentrado y abrupto. El hecho de que dos bancos tan importantes como CaixaBank y el Sabadell cambiaran de domicilio social y fiscal fue muy llamativo. Como consecuencia, se habló muchísimo de que había habido grandes movimientos de fondos. Pero los movimientos se concentraron en la semana anterior a que el Sabadell anunciara el cambio de sede. Después hubo una normalización, no sé si total y absoluta, pero sí muy clara, que ha sido buena para todos.

-¿Esa normalización quiere decir que los depósitos que recibieron de entidades catalanas han vuelto?-Quiere decir que no siguieron los flujos. Es difícil saber qué parte vuelve porque el grueso del flujo se produjo en clientes compartidos -los españoles tienen de media 1,6 cuentas por familia- que hacen una transferencia de una entidad a otra.

-¿Ve posible que CaixaBank y Sabadell vuelvan a Cataluña?

-Es una decisión que tienen que tomar sus consejos. No me atrevo a pronunciarme sobre ello.

-A partir de enero, Bankia puede volver a abrir oficinas libremente en regiones diferentes a las tradicionales del banco, y prepara un nuevo plan estratégico. ¿Va a crecer en sucursales en Cataluña?

-Tenemos una situación muy desigual en Cataluña. Contamos con una posición muy fuerte en el Maresme por Caixa Laietana, y una presencia fuerte en Barcelona. Estamos incrementando la cuota de mercado en el negocio de empresas en Cataluña desde el año 2014 con resultados razonables, aunque me gustaría que fueran mejores. Lo que no visualizamos es abrir oficinas de forma significativa. Para la banca de empresas necesitas pocas sucursales. Y no veo a Bankia ni a ningún banco incrementando el número de oficinas físicas para contrarrestar presencias territoriales bajas porque es muy difícil rentabilizar las nuevas por los hábitos de los clientes y por los bajos tipos de interés.

-¿Ve posible que España recupere una plaza en el comité ejecutivo del Banco Central Europeo? ¿Tiene algún candidato?

-En España hay mucha gente con mucho talento y estoy convencido de que se encontrará algún candidato. Ojalá recuperemos el puesto, sería muy importante.

-Lo ha eludido, pero como sabe, el ministro Guindos suena para vicepresidente del BCE en mayo.

-Haría un gran papel. Tiene las características personales y profesionales para que así sea. Otra cosa es que nosotros le echaríamos mucho en falta, porque ha sido nuestro ministro y nuestro referente durante estos cinco años.

-Ha agradecido a Guindos públicamente que haya respetado su independencia en la gestión de Bankia. ¿Le preocupa que su sustituto fuera más intervencionista?

-Estoy convencido de que el compromiso de no injerencia es del Gobierno y que con el nuevo ministro, en el caso de que lo hubiera, mantendríamos las mismas relaciones.

-¿Qué lecciones se deberían extraer de la resolución del Popular?

-Fue una solución magnífica para la estabilidad del sistema. Pero habría que dotar al MEDE u otra agencia europea de la capacidad de inyectar liquidez para que las decisiones sean menos abruptas. La alternativa que propone Bruselas de aprobar moratorias en el acceso a los depósitos es peligrosa potencialmente.