Una gran parte de expertos en los mercados del vino coinciden en que últimamente se está viviendo una eclosión, por una parte, de las variedades autóctonas y, por otra, de la garnacha como la uva "de moda" en los últimos años, tomando el testigo de otras más internacionales como la merlot o la chabernet.

Esta uva, que con sus 185.000 hectáreas en todo el mundo es la cuarta variedad más común, está presente en al menos 15 países, tiene un marcado carácter mediterráneo y sus tres puntos principales de expansión son el valle del Ebro en España, el Rosellón francés y la italiana isla de Cerdeña.

Aunque se desconoce su origen geográfico exacto, sí que se sabe que fue en la época de mayor auge de la antigua Corona de Aragón, lugar donde hoy se considera variedad autóctona, cuando alcanzó una mayor expansión: hacia Cataluña y hacia las áreas francesas e italianas de influencia aragonesa.

Así lo explica el secretario y director técnico de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Campo de Borja, José Ignacio Gracia, anfitrión del concurso internacional "Garnachas del Mundo", que se celebra esta semana en distintos puntos de la provincia de Zaragoza y en el que se han apuntado estas tesis en las diversas conferencias que han tenido lugar.

De hecho, el Monasterio de Veruela, monumento nacional donde se ha producido la cata de los 576 caldos participantes en el certamen, cuenta con capiteles, esculpidos en el siglo XIV, en los que aparecen unas uvas talladas.

"Queremos pensar que algunos de esos racimos podrían ser de garnacha", afirma.

Sin embargo, insiste en que lo más interesante sería lograr la unión de españoles, franceses e italianos para dignificar esta variedad autóctona.

La garnacha, que incluye también distintas subvariedades que pueden dar lugar a vinos blancos, tintos, rosados, dulces y hasta espumosos, es típica de las zonas mediterráneas y, dentro de España, se adapta de manera especial al valle del Ebro por su resistencia a dos fenómenos típicos de esta zona, como son las sequías o el fuerte viento.

La periodista y responsable del portal Spanish Wine Lover, Amaya Cervera, coincide también en que la garnacha está viviendo un "revival" tanto a nivel nacional como internacional, causado también, en buena medida, por un incremento en la calidad de los caldos.

Un incremento que, "lamentablemente", es inversamente proporcional al descenso de la superficie de viñedo, ya que en los últimos años se ha arrancado "salvajemente", sobre todo en Aragón y Navarra, en parte por las subvenciones europeas para ello, con lo que ello conlleva de pérdida de patrimonio vitícola.

"En España estamos muy vírgenes. Llevamos mucho retraso con respecto de Francia e Italia", dice en relación a la puesta en valor y comercialización de los vinos nacionales, por lo que aboga por, en primer lugar, conservar lo que se tiene, para posteriormente pasar a crear unos caldos de alto valor añadido.

Su compañero en el jurado del Concurso Garnachas del Mundo, el experto en enología y uno de los pocos estudiantes del Master of Wine Fernando Mora, cree que reivindicar lo autóctono y posicionarse así en el exterior "tiene mucho sentido", pues es lo que están demandando en este momento en los mercados anglosajones, los más potentes del sector.

Apuesta, pues, por comunicar mejor el buen trabajo que se hace aquí en este campo porque, si se trata solamente de vender a volumen, solo hay que ser más barato que los demás, y en eso España ya es la campeona.

Para el presidente de la Asociación Aragonesa de Enólogos, Isidro Moneva, la garnacha ya lleva un tiempo "de moda", sobre todo por los buenos vinos que se están elaborando últimamente con esta variedad de uva, en Aragón especialmente, que cuenta con 16.000 hectáreas a tal efecto.

Moneva, quien creó hace 20 años la Asociación Cultural "La Garnacha" para reivindicar esta variedad autóctona cuando se estaban arrancando las viñas para plantar en su lugar otras variedades extranjeras, reitera que estos caldos marcan un nivel "muy alto" en los mercados internacionales.

La sabrosidad, la golosidad y su toque frutal acompañado de cierta acidez que lo hace fácil de beber son algunas de las características en las que los expertos coinciden a la hora de describir los vinos que nacen de la variedad garnacha.