La Sareb, el llamado 'banco malo' que acogió los activos inmobiliarios de la banca nacionalizada, perdió 663 millones de euros el año pasado, frente a los 330.000 euros de beneficio del ejercicio anterior, el primero con ganancias desde su creación en el 2013 gracias a los créditos fiscales. Sin embargo, una medida adoptada por el Gobierno en diciembre para evitar que la entidad consumiera sus recursos propios y acabase siendo insolvente le ha llevado a reexpresar sus cuentas del 2015 y dar unos números rojos de 103 millones, con lo que el incremento de las pérdidas en el 2016 fue del 543%.

La sociedad presidida por Jaime Echegoyen, así, ha podido pasar a contabilizar como recursos propios las provisiones de 3.389 millones (377 millones solo en el 2016) que ha ido guardando, tras retasar el 96% de su balance, para cubrir las minusvalías latentes provocadadas por haber comprado a los bancos rescatados ciertos activos a un precio mayor que su actual valor de mercado. El Gobierno ha pretendido con ello, junto con la conversión de deuda subordinada en capital que realizó el pasado mayo (y que aumentó el déficit público), que la Sareb no tenga que pedir más capital a sus socios, el propio Estado (45% del capital tras aportar 2.192 millones) y los principales bancos españoles (55%), como teme la Comisión Europea.

La entidad cuenta ahora con 4.049 millones de recursos propios, por debajo de los 4.800 millones con que nació (751 millones de pérdidas desde que se creó) pero muy por encima de los 2.382 millones del 2015. Pese a ello, Echegoyen ha dejado claro este jueves que la sociedad no va a lograr al final de su vida, en unos 10 años, dar larentabilidad del 14% prometida en un principio y que hubiera aumentado la recuperación de ayudas públicas: "Es imposible con la composición del balance que tenemos, es mejor que nos olvidemos de ello".

BENEFICIO SIN PLAZO

También ha admitido que es difícil que en el 2017 dé beneficios, como previó hace un año. De hecho, es improbable que los obtenga, pese a tener 1.400 millones en plusvalías latentes, antes de que venza, en el 2022, el 'swap' que contrató para protegerse de las variaciones de los tipos de interés y que le está impidiendo beneficiarse de la fuerte bajada de estos. La compañía, ha argumentado, "aspira a dar alguna rentabilidad", pero su principal objetivo es liquidar la entidad en el plazo previsto de forma ordenada, "sin causar distorsión a la sociedad ni pedir más capital", y devolver la deuda avalada por el Estado(el año pasado amortizó 2.170 millones, pero mantiene unos 40.000 millones) con que se pagó a los bancos nacionalizados sus activos, ya que de no hacerlo se tendrían que hacer cargo de ello las cuentas públicas.

Las pérdidas de la Sareb del 2016 responden en buena medida a que ha comenzado a vender parte de sus peores activos, los que tienen menos opciones de revalorizarse pese a la mejora del mercado inmobiliario, por valor de cerca de 900 millones. Ello le provoca unas minusvalías (más de 400 millones) que penalizan su cuenta de resultados y al mismo tiempo reduce sus recursos propios. Pero la sociedad ha decidido hacerlo porque si vende ahora los buenos y deja para el final todos los malos, probablemente fuese insolvente en sus últimos años y tendría que pedir más capital a los accionistas.

La compañía vendió 14.097 inmuebles el año pasado, un 25% más y un 15,1% de ellos en Catalunya, que le permitieron ingresar 1.050 millones de euros. Los préstamos a promotores, que suponen la mayor parte de su cartera, le aportaron otros 2.846 millones, hasta los 3.923 millones, un 1% más. Sin embargo, las minusvalías comentadas, principalmente, han reducido su margen bruto un 46%, a los 664 millones. A esta cantidad se le restan los 612 millones de gastos operativos (comisiones a intermediarios, impuestos y pagos de comunidades de vecinos y mantenimiento), los 51 millones en amortizaciones, y los 558 millones en costes financieros (pagos a los bancos nacionalizados) y aparecen las pérdidas de 663 millones.