En la exhortación La alegría del amor el Papa Francisco no nos invita únicamente a revisar nuestra pastoral matrimonial, centrada muchas veces en cuestiones morales y jurídicas, sino que también nos propone un camino concreto para que anunciemos el Evangelio de la familia como un ideal que llena de “alegría el corazón y la vida entera” (nº 200) y que puede entusiasmar a tantos jóvenes en quienes “permanece vivo el deseo de familia” (nº 1).

Por ello, no podemos olvidar que la clave para entender el mensaje de este documento pontificio se encuentra en los capítulos cuarto y quinto, considerados por el mismo Papa como los “dos capítulos centrales” (nº 6) de la exhortación. En ellos nos ofrece unas preciosas reflexiones sobre el amor, “porque no podemos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidadción y la profundización del amor conyugal y familiar” (nº 89). Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que esta exhortación es, toda ella, un canto a la familia porque es un canto al amor.

Quiero recomendaros que os centréis en la bella meditación sobre cada una de las expresiones con las que es caracterizado el amor “para intentar una aplicación a la existencia concreta de cada familia” (nº 90) y para recordar a los jóvenes que el amor, que si es verdadero incluye “unión afectiva, espiritual y oblativa… que recoge en sí la ternura de la amistad y la pasión erótica”, no se ve perjudicado cuando “asume el cauce de la institución matrimonial”, sino que es en ella donde encuentra “el modo de encauzar su estabilidad y su crecimiento real y concreto” (nº 131).

Un amor auténtico “siempre da vida”, es fecundo. Un amor cerrado a la fecundidad tiene algo de inauténtico. Que en esta cultura, en la que los hijos son vistos como una carga más que como un don de Dios, demos testimonio de un amor sincero.

*Obispo de Tortosa