A través de un Decreto de la Congregación para el Culto Divino, del mes de febrero pasado, la Santa Sede ha establecido que la memoria de la «Virgen María, Madre de la Iglesia» se celebre cada año el lunes siguiente a Pentecostés. A partir de ahora, esta memoria deberá celebrarse en toda la Iglesia en la celebración de la Misa y en la Liturgia de las Horas. De momento solo contamos con los textos litúrgicos en latín; para poder hacerlo en castellano hemos de esperar a su traducción y aprobación por la Conferencia Episcopal Española y su confirmación por la Santa Sede.

El papa Francisco desea promover así la devoción a María, Madre de la Iglesia e incrementar el sentido maternal de la Iglesia en todos los fieles cristianos la genuina piedad mariana. En el decreto, se señala que «esta celebración nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana, debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos».

María es el camino que lleva a Cristo y la devoción filial dirigida a ella no quita nada a la intimidad con Jesús; por el contrario, la acrecienta. Los santuarios marianos testimonian las maravillas que realiza la gracia por intercesión de María, Madre del Señor y Madre nuestra. Al recurrir a ella, atraídos por su ternura, también los hombres y las mujeres de nuestro tiempo encuentran a Jesús, Salvador y Señor de su vida. Sobre todo los enfermos y los pobres, probados en lo más íntimo de su ser.

María es verdaderamente Madre de la Iglesia y Madre nuestra. Ella nos engendra continuamente a la vida sobrenatural. Como buena Madre intercede continuamente por nosotros ante su Hijo. Ella siempre nos indica el camino a Cristo. A Cristo por María. Acudamos a María como nuestra Madre, como intercesora y medianera de la gracia.

*Obispo de Segorbe-Castellón