El domingo anterior a la Fiesta de Cristo Rey celebramos el Día de la Iglesia Diocesana. Es una ocasión para conocer un poco más a nuestra Iglesia diocesana, para sentirla y amarla: es nuestra propia gran familia.

Nuestra Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón es la comunidad de fe, que formamos todos los cristianos católicos que vivimos en el territorio diocesano. Nuestra Iglesia diocesana no es algo ajeno a cada uno de los que la formamos; es nuestra Iglesia, es la gran familia de los creyentes, nuestra propia gran familia. Nuestra Diócesis es un don del amor gratuito de Dios para todos y cada uno de nosotros. Es querida por Cristo y está alentada por la presencia del Espíritu Santo para ser el lugar de la presencia del Señor y de su obra salvadora entre nosotros y para nosotros.

Con frecuencia los católicos acudimos a la Iglesia solo cuando la necesitamos; satisfecha nuestra necesidad, la olvidamos y vivimos al margen de ella, de su vida y de su misión, y de sus necesidades personales y materiales. Con frecuencia no valoramos debidamente tantos bienes recibidos a través de ella como son, entre otros: la fe en Jesucristo y su Palabra, la vida nueva del Bautismo, la Eucaristía y los demás sacramentos, la educación en la fe de niños, adolescentes, jóvenes y adultos, el acompañamiento de matrimonios y familias, la atención a mayores y enfermos, la ayuda a los necesitados, el compromiso con nuestra tierra y la esperanza en la vida eterna.

A los católicos nos urge redescubrir y vivir nuestra identidad cristiana y eclesial. Ambas son inseparables. Amemos a nuestra Iglesia diocesana, valoremos y agradezcamos los bienes que recibimos de ella. Para llevar a cabo su misión, nuestra Iglesia diocesana tiene muchas necesidades materiales que atender y cubrir. Esto no es posible sin la generosa colaboración económica de todos sus miembros. Seamos generosos. H

*Obispo de Segorbe-Castellón