La ya expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, denunció varias veces, también en su despedida, haber sido víctima de chantajes y espionajes para destruirla. El más grave ocurrió cuando su carrera política empezó a brillar, a finales de 2013. Cifuentes era entonces delegada del Gobierno y apuntaba como posible candidata a presidir la Comunidad de Madrid por el PP. El que había sido amigo suyo y entonces ocupaba el cargo, Ignacio González, se postulaba también para seguir en el puesto.

Durante meses, González se achicharró entre el escándalo de su ático en Estepona y las primeras denuncias sobre la operación Púnica de corrupción. También, con una grabación en la que se le oía hablando con dos policías nacionales de su ático y las investigaciones.

Poco después, un ex policía nacional acudía a Cifuentes para contarle que le habían encargado realizar averiguaciones y elaborar informes para desacreditarla y acabar con su carrera, como desveló El Español.

Cien mil euros

El veterano policía iba a hacer sus trabajos de investigación fingiendo ser un reportero. El material que consiguiera, explicó el agente, iba a ser publicado en un confidencial digital madrileño. Si todo salía bien, él recibiría 100.000 euros por su trabajo. Cifuentes advirtió del caso y agentes de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional hicieron un barrido de su despacho y de su teléfono móvil en busca de sistemas de espionaje. Finalmente, en marzo de 2015, Rajoy defenestró a González y eligió a Cifuentes como candidata del PP a la Comunidad de Madrid.

Los dossieres que estaban ya listos abarcaban, según confirmaron varias fuentes a EL PERIÓDICO, tres aspectos de la vida de Cifuentes. El primero, sus supuestos problemas de cleptomanía. Ya en el colegio mayor universitario Antonio Caro, de Madrid, del que fue directora hasta 1999, tres alumnas denunciaron pequeños robos de pulseras y otros objetos. Los informes apuntaban a Cifuentes como posible autora de esos hurtos. Posteriormente, con un pequeño robo en un supermercado en 2011, el mismo cuyo vídeo desveló el miércoles OKdiario.

Sexo y anónimos

El segundo argumento de esa guerra sucia iba a ser la supuesta relación sentimental que Cristina Cifuentes habría mantenido en el pasado con Ignacio González. Los dossieres hablaban de un piso y un hotel en Madrid y de varios encuentros entre ambos. También, de que alguien había enviado unos anónimos a la esposa de Ignacio González alertándola de esa supuesta infidelidad del marido.

Otros informes realizados posteriormente trataron de seguir la pista de esos anónimos y descubrieron que, supuestamente, las tarjetas en las que se escribieron habían sido compradas en una tienda Supercor y fueron pagadas con tarjeta de crédito.

En un registro de la operación Púnica a Ildefonso de Miguel, que fuera gerente del Canal Isabel II, la Guardia Civil encontró anotaciones sobre esos anónimos y Cristina Cifuentes. El entorno de González sospechaba que la autora podía haber sido la propia Cifuentes. Otro dirigente del PP de Madrid acusado de corrupción, Francisco Granados, enemigo íntimo de los dos, explicó en febrero de este año al juez García-Castellón que Cifuentes y González habían mantenido una "relación sentimental".

La tercera pata de los expedientes preparados para acabar con la carrera política de Cifuentes era un extraño episodio de magia negra. Fuentes del PP de Madrid ya explicaban en 2015 su convencimiento de que la entonces nueva presidenta del partido y la comunidad "hacía vudú" a sus rivales políticos: Ignacio González y Esperanza Aguirre. Y apuntaron ayer que podrían existir pruebas de esas prácticas en las que supuestamente se clavaban alfileres en muñecos para hacer daño a esos dos políticos.

Fueran ciertos o falsos, esos fueron los tres elementos básicos de los informes contra Cifuentes que se han hecho circular entre medios de comunicación de Madrid desde hace tres años. Hasta que se publicó el vídeo de su robo de cremas en el supermercado en 2011. Esa parte, al menos, era verdad. Y Cifuentes dimitió.