Por primera vez en tiempos, ERC ha dejado atrás los atávicos temores que le atenazan en su eterno derbi con el espacio de la antigua Convergència. Los republicanos se han sacudido el miedo a ser arrasados por el entorno mediático y cívico de los convergentes y se han atrevido a decir, sutilmente, que el rey va desnudo. El presidente del Parlamento de Cataluña, el republicano Roger Torrent, suspendió el pleno que debía, desafiando al Tribunal Constitucional (TC), investir a Carles Puigdemont como breve president. El disgusto de los posconvergentes, de los del PDECat y los de Junts per Catalunya, fue palpable, cuando no la indignación. Y para rizar el rizo cabe señalar que amplios sectores del propio PDECat no vieron con malos ojos el quiebro de Torrent. El Puigdemont contra todos empieza a cobrarse facturas. Veremos en los próximos días si es un plante temporal.

Para la finta, Torrent ha usado el viejo truco del judo de emplear la fuerza del adversario para devolver el golpe. El lunes, Puigdemont le mandó una carta en que le requería que protegiese sus «garantías» para optar a la investidura. El presidente de la Cámara, en aras a conseguir esas garantías, algo homérico por cuanto significaría dotarle de una inmunidad judicial que no está en la mano de Torrent, ha aplazado el pleno. El discurso público de los republicanos se ha mantenido en la adscripción sin fisuras a Puigdemont.

La maniobra, de la que ni JxCat ni Puigdemont habían sido informados, ha causado un profundo malestar en los posconvergentes. Hasta el punto de que el propio expresidente ha recordado, en un mensaje en vídeo colgado en redes sociales, que el único aspirante a dirigir el Govern es él: «No hay ningún otro candidato posible».

Dejaba así claro que no piensa echarse a un lado. Pese a todo, y aunque ha afirmado que le habría gustado dirigirse a los catalanes «investido», dijo que «hay que respetar» la decisión del presidente del Parlament, y ha llamado a la unidad del independentismo.

La principal queja de ERC es que las huestes de Puigdemont se han negado, hasta ahora, a consensuar cómo se pasa de la investidura del expresidente a la formación de un Gobierno. No se han previsto escenarios comunes, por ejemplo, para cuando llegue la suspensión del TC. Además, hay hasta otras cuatro razones. Puigdemont no entregó a los republicanos copia alguna de su discurso. Y eso, a pesar de que el voto a su candidatura comprometía seriamente, como avanzaron los abogados, a los diputados con causas abiertas. ERC también ignoraba si el expresidente iba a estar o no en el pleno.

Los republicanos saben que la investidura de Puigdemont sería breve como la primavera en Barcelona. Duraría lo que tardara en llegar la suspensión cautelar del Tribunal Constitucional que, esta vez sí, con hechos consumados, actuaría con todo el ahínco. Ese breve canto del cisne, sin embargo, acarrearía serias consecuencias sobre los miembros de la Mesa y sobre Torrent. Por de pronto, el TC rechazó las alegaciones de Puigdemont para su investidura y le recordó que la autonomía parlamentaria no le pone al margen de la ley.

Ante este panorama los de ERC llevan semanas tratando de arrancar de JxCat un buen motivo por el que sacrificar tanto a cambio. Es lo que llaman un plan de Gobierno (tercera razón), un listado de medidas que llevar a cabo. Porque sin ese plan, la plausible imputación de Torrent no solo sería a cambio de nada, sino que sería a ciegas. Por último, tampoco Puigdemont puso sobre la mesa un reparto de áreas de Govern entre ambas fuerzas.

SUENA EL TELÉFONO / Así, en la mañana del martes Torrent trató de ponerse en contacto con Puigdemont. Hasta cinco veces. El expresident no se puso al aparato. Y Torrent acabó por adoptar un escenario, el de la suspensión, que en la reunión del lunes entre JxCat, ERC y CUP, se había descartado, según fuentes posconvergentes, por dejar la investidura en manos del TC.

Junts per Catalunya apenas ha podido disimular su indignación con ERC a lo largo de toda la jornada. Conscientes de que Puigdemont no iba a cumplir -al menos de momento- su promesa electoral de volver a Cataluña, habían preparado un relato épico, salpicado de burlas al Gobierno y las instituciones del Estado.

El plato fuerte de su estrategia de choque era la sesión de investidura. Según los posconvergentes, existía un acuerdo para nombrar a Puigdemont, aunque se convirtiera en un presidente fugaz. Estaban sobre la mesa opciones como la de que un diputado de JxCat leyera el discurso que había preparado el aspirante. Pero Torrent ha destruido ese relato a las diez de la mañana.

Fuentes de JxCat aseguran que no conocían los planes del presidente del Parlament. «El lunes nos acostamos con un pacto cerrado con ERC y la CUP. No sabemos qué ha pasado», decían.

La CUP criticó la suspensión del pleno, y sus diputados se sentaron en sus escaños a la hora indicada. Se quedaron solos,