El presidente del Gobierno ha sembrado la inquietud entre las gentes del cine al confesar que no ha tenido tiempo para ir a una sala de cine para ver alguna de las cinco películas que optan a los premios Goya de este año. Entrevistado en Onda Cero por el periodista Carlos Alsina, Mariano Rajoy ha confesado que "no veo cine, leo novelas".

Esta parte de la entrevista ha desatado los comentarios en las redes sociales.

A continuación ofrecemos las críticas de las cinco películas que optan al Goya publicadas en EL PERIÓDICO, para que el presidente las lea y, quizá, se anime a buscar la cartelera en algún diario que no sea el 'Marca'. Tiene también la opción de pedir una copia a la Academia del Cine.

'TARDE PARA LA IRA'

Fogueado como actor en el cine policiaco con títulos como 'La isla mínima' y el reciente 'Cien años de perdón', Raúl Arévalo pasa al otro lado del espejo para debutar en calidad de director con otro 'thriller' tan contundente, seco y preciso como el que interpretó a las órdenes de Alberto Rodríguez.

Antonio de la Torre, otra presencia recurrente en el género en los últimos años, le secunda en una experiencia que demuestra, entre otras cosas, que Arévalo ha aprendido, y bien, de los mejores directores con los que ha trabajado. Y lo suyo, desde luego, no tiene pinta de ser el capricho aislado de un actor cotizado al que le pica el gusanillo de la dirección.

'Tarde para la ira' expone una historia de intento de regeneración y de venganza trabajando muy bien tanto las características de los personajes, perdedores estigmatizados por un destino adverso, como la pesada atmósfera que los rodea.

La puesta en escena está en sintonía con el laconismo de los propios personajes. Si el guion es tenso, la realización de Arévalo aún lo es más, sin planos con alardes ni momentos prescindibles. Los fantasmas de un pasado que no puede superarse afloran permanentemente en las imágenes de esta excelente película sobre la gestación lenta y paciente de la ira, y el abismo que la separa de la reconciliación y el perdón.

'EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS'

Alberto Rodríguez había transitado por dos modelos de cine policíaco, el expansivo de 'Grupo 7' y el más atmosférico y turbador de 'La isla mínima'. Ahora aporta una tercera mirada, la del 'thriller' o relato de intriga a partir de hechos políticos.

Y el personaje escogido no es precisamente baladí: Francisco Paesa, espía español que estuvo implicado en un caso de extorsión en tiempos de los GAL, trabajó para los intereses del Gobierno español y acabó perseguido por aquellos a quienes había servido tras ayudar al nefasto Luis Roldán, exdirector de la Guardia Civil, a blanquear su dinero para después entregarlo a la justicia.

Eduard Fernández está excelente como este camaleónico personaje que, escondido tras varios años, acaba de reaparecer en la vida pública. Y lo ha hecho nada menos que en la portada de 'Vanity Fair', una revista sofisticada para alguien que no lo fue. Rodríguez monta con un ritmo intenso un relato repleto de vericuetos. Expone claramente los hechos, pero deja un margen de maniobra para la duda en total consonancia con las características de este hombre de las mil (o más) caras.

Nadie como Pedro Almodóvar y Todd Haynes para, en la actualidad, reinventar y sedimentar el melodrama clásico. De Haynes tuvimos un espléndido ejemplo hace unas semanas con el estreno de 'Carol'. Años antes, en 'Lejos del cielo', realizó una modélica mixtura argumental y tonal entre el clasicismo de Douglas Sirk('Solo el cielo lo sabe') y la radicalidad de R.W. Fassbinder ('Todos nos llamamos Alí'): diferencia de clase, homosexualidad, racismo y reivindicación femenina.

Almodóvar invocó de una tacada el 'Opening night' de John Cassavetes y la clásica 'Eva al desnudo' en 'Todo sobre mi madre', ha seguido también las enseñanzas de Sirk en el melo y ahora, con'Julieta', se sitúa en el fructífero terreno del melodrama hollywoodiense de los años 30 y 40 centrado en personajes femeninos y conflictos generacionales, el denominado 'woman’s film' que daría paso al 'woman’s alone' (mujeres solitarias), tan enraizado igualmente en Edward Hopper, un referente pictórico de Almodóvar y Haynes.

El modelo de 'Julieta' rastrea títulos como 'Stella Dallas', de King Vidor, y 'Alma en suplicio', de Michael Curtiz, ambas centradas en el enfrentamiento entre una madre que lo da todo por su hija y una hija que se aprovecha de la madre. De nuevo Almodóvar y Haynes, inseparables: el segundo hizo con la miniserie 'Mildred Pierce' una modélica recreación de Alma en suplicio.

Pero todo es extremadamente libre en Almodóvar, tanto los posibles referentes cinematográficos como las adaptación de los tres relatos de Alice Munro que toma de base. Prodigiosa en el tono dramático, tanto en el más contenido como en el más histriónico, 'Julieta' es muy almodovariana pero a la vez distinta de 'Los abrazos rotos', 'Volver', 'Hable con ella' o 'Todo sobre mi madre'. De apariencia más sobria, deja mucho espacio para la invención cómica e incluso lo onírico: las bellas imágenes iniciales del tren de noche y el ciervo en la nieve.

Son dos segmentos, los que atañen a Julieta joven y Julieta adulta,Ugarte & Suárez. El relato va y viene, pero no son dos partes equidistantes o un reguero de recuerdos: el equilibro, la armonía dramática, es superior aquí que en otras obras del director y por ello mismo no hay fisuras pese a algún aspecto menos trabajado, como lo que atañe al personaje de Dario Grandinetti.

'MADRES E HIJAS'

En un plano casi de Bergman, el rostro de Adriana Ugarte se convierte en el de Emma Suárez. El dolor por lo que se perdió cuando era joven se convierte en sufrimiento por lo que también se ha perdido en la madurez. Julieta intenta superar una pérdida especialmente dolorosa, una distancia imposible de rerducir, mientras Almodóvar nos habla de la dificultad de relacionarse entre madres e hijas, sobre todo cuando un abismo incierto se ha abierto entre las dos.

Por el medio, pescadores que salen a la mar en plena tempestad, artistas recogidas en un estudio frente al océano, la extraña fotografía de Jean-Claude Larrieu en interiores (las escenas en el tren y dentro de un coche tienen una iluminación y color que nos sitúa en un hermoso plano no realista) y dos interpretaciones muy buenas de una actriz que atisba otros registros, Ugarte, y otra que vuelve, sigilosa, a sus mejores momentos, Suárez.

Tercer vértice, por fecha de estreno, del reciente triángulo del 'thriller' español formado por 'Tarde para la ira' y 'El hombre de las mil caras', 'Que Dios nos perdone' tiene más similitudes con el primero que con el segundo, se desmarca de la anterior propuesta deRodrigo Sorogoyen -la reformulación del drama romántico 'Stockholm'- y trabaja bien con uno de los elementos del cine policiaco de los últimos años, la doble figura policial y antitética.

Uno de los agentes es violento, bebedor, caótico, airado y ha sido expedientado por agredir a un compañero: Roberto Álamo. El otro es introvertido, solitario e incapaz de relacionarse: Antonio de la Torre. Buscan a un psicópata que viola y asesina ancianas en Madrid. Es una de las semanas más calurosas del verano y Sorogoyen filma bien la opresión del momento -la ciudad está en guardia debido a la visita del Papa- y del ambiente.

Hasta un vuelco concreto, la película enfrenta y destensa a los dos protagonistas abocados a sus propios infiernos. Y funciona en armonía la estricta pesquisa policial y el retrato de dos personajes sin visible salida.

'UN MONSTRUO VIENE A VERME'

En el reportaje realizado por Núria Navarro en las páginas del 'Más Periódico' del pasado domingo, Bayona revela algunas de sus influencias y referentes en materia musical, literaria, televisiva y cinematográfica: Ennio Morricone, Keane, Oscar Wilde, Mary Shelley, Goya, Chicho Ibáñez Serrador, Truffaut, Spielberg... Y en cuanto al cómic, cita a uno de los maestros del dibujo japonés, Jiro Taniguchi, elogio máximo de la sencillez, serenidad y minimalismo narrativo.

En principio podría sorprender la analogía, dado que Taniguchi ha dibujado historias sobre gente que solo camina o, simplemente, prueba la comida de diversos restaurantes, mientras que Bayona ha descrito odiseas como la de 'Lo imposible', o la supervivencia contra la naturaleza desatada. Pero ese es precisamente el punto de conexión: el director de 'Un monstruo viene a verme' quiere que esa misma sencillez expositiva se imponga a las historias familiares densas y al límite que viene recreando desde 'El orfanato'.

Sea en clave más realista ('Lo imposible') o en los dominios de la fantasía ('El orfanato' y 'Un monstruo viene a verme'), Bayona ha desarrollado hasta el momento una obra muy homogénea que bascula, además, en esa cuerda floja tan difícil de transitar, con o sin pértiga, del cine de autor y el cine más popular. Bayona demuestra que ambos conceptos, generalmente enfrentados, pueden casar bien. La prueba está en el rédito comercial de su cine y en la imagen limpia, pese a los recovecos fantásticos, que propone sobre una infancia no precisamente edénica.

Volviendo al mangaka Taniguchi, autor de obras supremas como 'La época de Botcham', 'El almanaque de mi padre', 'Barrio lejano', 'El caminante' y 'El gourmet solitario', Bayona sabe conciliar como pocos la épica del efecto especial -siempre en función de una idea o de una emoción- con la intimidad del drama humano filmado de manera frontal. Es así en cada una de las secuencias de 'Un monstruo viene a verme', donde todo se ajusta y acompasa: las dificultades emocionales de un niño de 12 años que ve desvanecerse irremediablemente a su madre a causa del cáncer, el trauma de la separación de sus padres, la relación con una abuela de apariencia distante, el monstruo hecho de ramas que invoca su subconsciente y habla con la voz profunda de Liam Neeson. Bayona equilibra la turbadora imagen real con las tres historias de particular animación, la inquietud con el melodrama. Apela por igual a la emoción y la superación como a la fantasía, materia de la que está hecho el propio cine.