Quim Torra se ha granjeado fama de impredecible ante el Gobierno central, sobre todo a raíz de lo ocurrido hace unos días en Washington, cuando abandonó ruidosamente un acto en protesta por las palabras del embajador español, así que en la Moncloa preparan con nerviosismo la cita que hoy mantendrá con Pedro Sánchez. Hay muchas expectativas depositadas en el encuentro. Los colaboradores de Sánchez confían en que la reunión, que comenzará a las 11.30 de la mañana, sirva para iniciar la «normalización».

A partir de ahí, el Gobierno no se atreve a anticipar qué ocurrirá durante una cita en la que Sánchez ofrecerá a Torra acuerdos en tres materias distintas. Por un lado, retirar varios de los recursos que el Ejecutivo de Mariano Rajoy presentó contra iniciativas del Parlament, muchas de ellas sociales y apoyadas por el PSC, ante el Tribunal Constitucional (TC), que las dejó en suspenso. En total, el Gobierno estudiará 23 iniciativas catalanas en este campo. Por otro, aumentar las inversiones. Y por último, abordar transferencias pendientes.

Pase lo que pase, explican en el Gobierno, tanto si Torra recoge el guante como si se niega a negociar estas materias y se centra solo en el derecho de autodeterminación, los efectos serán positivos. En el primer caso, quedará claro que el «entendimiento es posible», al menos parcialmente: que más allá de las profundas diferencias sobre un referéndum de la independencia que Sánchez no está dispuesto a aceptar bajo ningún concepto, se puede avanzar.

Del segundo escenario, con Torra dando un portazo a Sánchez, también se podrían extraer consecuencias beneficiosas. Sánchez, explica un importante dirigente socialista, aparecería «centrado». Mostraría que está dispuesto al acuerdo, a tomar decisiones beneficiosas para «toda la ciudadanía catalana», y al mismo tiempo desmontaría la acusación de que tiene un «pacto oculto» con los secesionistas a cambio de su apoyo.