El Gobierno se mantiene expectante ante un nuevo mapa político de consecuencias todavía inciertas que podría obligar a Pedro Sánchez a recalibrar su estrategia al frente de la Moncloa. El equipo presidencial trabaja desde el primer día bajo la presión de no poder permitirse errores en una legislatura de duración voluble y apoyos líquidos, sensible a cualquier corriente de aire. Los congresos del PP y el PDECat de este fin de semana han sido un vendaval. El Ejecutivo está a la espera. Reconoce que si Pablo Casado lleva a la práctica las tesis defendidas ante las bases del PP podría bloquear buena los proyectos económicos y de derechos civiles previstos para ser aprobados en el Parlamento. Admite, también, que la marcha de Marta Pascal puede empañar la vía de diálogo e invalidar la propuesta de votar un nuevo Estatut.

En los tiempos acelerados de la política, el Gobierno sabe que pronto saldrá de dudas vía 'fait accomplit'. Previsiblemente el miércoles el Congreso someterá a votación los objetivos de déficit y deuda para el 2019. Si el PP vota en contra y los rechaza también en un Senado en el que sigue atesorando mayoría absoluta, Sánchez sabrá lo que puede esperar de Casado antes de reunirse con él (no hay fecha prevista de encuentro): bloqueo, imposibilidad de acuerdos y azote por parte de un PP echado al monte para volver a sus esencia españolista, católica, provida y liberal. "Cuidado, porque muchas cosas que hay que hacer en los próximos meses, como los Presupuestos, el techo de gasto y la posibilidad de ampliar derechos civiles, con una actitud más lejana al diálogo, nos puede poner en problemas", admiten fuentes gubernamentales a este diario.

¿Problemas? La Moncloa no va más allá. Desde el Ejecutivo insisten en que las tesis sostenidas por los líderes en los cónclaves internos son siempre más radicales que las que acaban aplicando. Dicen confiar en que Casado "modere su discurso" y que "no se imponga el bloqueo". Reconocen cierta sorpresa. "Sin llegar a ser incendiario, Casado propone un recorte de derechos que es llamativo, porque la derecha había ido evolucionando con el país", señalan. Otras voces van más allá. Consideran que Casado representa "la derecha sin careta" y auguran una dura pugna desde la radicalización.

Y sin embargo. A nadie se le escapa que el escoramiento del PP a la derecha en valores (aborto, Franco, religión) puede favorecer en términos electorales a un Sánchez que, por pura polarización, puede acabar siendo icono en la defensa de los anhelos de la sociedad que salió a las calles el 8-M. Casi un regalo para una campaña de sello PSOE.

"La ilusión" en juego

Los cambios que emergen en el tablero catalán también inquietan al Gobierno, que confíaba en que Marta Pascal impusiese su corriente moderada frente a las tesis del 'expresident' para dar oxígeno a la vía de diálogo. Su marcha enturbia las esperanzas. Fuentes gubernamentales reconocen a este diario que la propuesta de Sánchez para que los catalanes voten un nuevo Estatut podría decaer si desde Catalunya no hay voluntad de pacto.

"Esa propuesta puede estar en el horizonte si hay una vía de diálogo. Si se bloquea el diálogo las posibilidades tendrán que ser otras", admiten desde el Gobierno, donde lamentan que "la ilusión" y la "esperanza" despertada por el nuevo clima de entendimiento se vean frustradas "si se demuestra que los dirigentes del PDECat vivían mejor con [Mariano] Rajoy en el poder".