Con el Gobierno del PP perdido en el endemoniado laberinto catalán y en extrema soledad parlamentaria, y con la izquierda desaparecida de todo combate, la marca alternativa del centroderecha español, Ciudadanos, está logrando campar a sus anchas con su calculada estrategia del palo y la zanahoria a partes presuntamente iguales. El histórico triunfo en las elecciones catalanas y los mínimos en que cotiza la marca PP auparían en estos momentos a Albert Rivera hasta la Moncloa. Mariano Rajoy se vería devorado por su socio preferente y debería luchar con el PSOE por salvar la medalla de plata. Y el partido naranja tendría que elegir compañero de gobierno entre populares y socialistas.

Según el Barómetro Político de España del Gabinete de Estudios Sociales y Opinión Pública (GESOP) para EL PERIÓDICO, en unas elecciones legislativas, Ciudadanos se catapultaría desde el 12,9% de los votos que cosechó en el 2016 al 28,5%, y de los 32 diputados actuales a una horquilla de entre 110 y 114. Hace un año, Rivera apenas conseguía mejorar sus registros. Ahora lidera con claridad todos los indicadores al atraer a uno de cada cuatro votantes del PP, al 15% del electorado socialista y al 22% de abstencionistas. Es además el político mejor valorado aunque sin llegar al aprobado; encabeza las preferencias como presidente, y su tirón entre los electorados rivales es aún más elevado que entre sus propios votantes.

El trabajo de campo del sondeo se efectuó del 12 al 18 de abril, con tres frentes abiertos para el Gobierno y el PP: el debate sobre el alcance del delito de terrorismo, la manifestación por los presos independentistas y el azote del máster fantasma de la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes. Tan adverso contexto ha desplomado la intención de voto a Rajoy, que se quedaría 7,5 puntos por debajo de Rivera y perdería casi 12 puntos respecto a las últimas elecciones. Con el 21% de los votos, el PP se precipitaría de sus 137 escaños actuales a 79-82.

Poco más de la mitad de los votantes populares del 2016 elegirían hoy la misma papeleta, razón por la cual los populares son cuartos en intención directa de voto (el voto sin cocina), al mismo nivel que Unidos Podemos. El PP obtiene su peor resultado en esta serie de barómetros y por primera vez desde el 2009 -con Zapatero en la Moncloa- no sería la formación más votada. Hace un año, Rajoy afianzaba sin problemas su registro actual.

En comparación, el PSOE amortigua mejor que el PP el golpe que Cs propina al tablero político, gracias en buena medida a la debilidad que consignan las huestes de Pablo Iglesias. A Pedro Sánchez el barómetro le hace retroceder dos puntos, y pasaría de 85 a 75-79 diputados. El leve consuelo sería que podría soñar con disputarle al PP la segunda posición. Los socialistas empeoran incluso sus resultados del sondeo de hace un año, cuando el partido se hallaba en situación interina y esperando las primarias que retornaron el mando del partido a Sánchez.

Entonces también estaba Podemos convaleciente de la agitada asamblea en la que Iglesias conquistó todo el poder frente a Iñigo Errejón. Un año después, los morados continúan sin cuajar como recambio en el ala izquierda. Perderían tres puntos respecto a las generales del 2016 y sus 71 parlamentarios actuales se quedarían en 55-59.

Pese a esta fotografía, el 45,7% de los españoles cree que el PP volvería a ganar las elecciones, frente al 30,6% que apuestan por Cs.