Podemos no hace autocrítica de su desplome electoral, pero IU sí. Alberto Garzón planteará este sábado ante su Consejo Político el "preocupante desgaste" de la marca morada y propondrá renegociar la alianza con el partido de Pablo Iglesias para que la federación de izquierdas obtenga "más visibilidad". Considera que las siglas de IU no han sufrido la pérdida de simpatía al mismo nivel que Podemos y que esa distinción debe traducirse en un pacto de socios más equitativo antes de Semana Santa. "El nuevo contexto obliga a cambiar", defiende.

"El espacio político de Unidos Podemos y las confluencias se está estrechando", en especial la marca morada, según todos los sondeos, ha visto reducida la fidelidad de sus votantes hasta situarse como "los peores de todas las grandes fuerzas", sostiene el informe que defenderá el líder de IU ante los suyos este fin de semana. Garzón reclama "reaccionar para revertir" la inercia de desplome en todas las encuestas.

Garzón no comparte la visión de la dirección de Podemos, que niega la autocrítica. Este miércoles el secretario de Organización, Pablo Echenique achacó factores externos como a la prensa el desplome en las encuestas. A pesar de sus delcaraciones públicas, como adelantó El PEIRÓDICO, la dirección podemista está profundamente preocupada y se ha planteado incluso cambiar su nombre.

Para Garzón es un "error" considerar que esa tendencia es producto "únicamente de errores discursivos" o que "es un fenómeno inevitable". El de IU señala que se han producido fallos, como la línea política en Catalunya.

"No cabe ambigüedad" respecto a la cuestión territorial, sino que hay que hacer una "apuesta meridiana" por una España federal y plurinacional, en la que se sitúen "las diferencias de clase y sociales en primer lugar", sostiene el informe.

Garzón pide abrir "una fase de esperanza". "En nuestro país hay un importante nicho de votantes de izquierdas que están desmovilizados y que debemos tratar de atraer con nuestra propuesta", destaca el documento.

Del botellín al pinchazo

La alianza de Podemos con IU se fraguó a un mes de la repetición electoral, en el famoso 'pacto de los botellines' entre Iglesias y Garzón. El pablismo defendió entonces que la confluencia con la izquierda tradicional iba a potenciar la remontada que los morados habían conseguido en solitario el 20-D e impuso su tesis a un errejonismo que evidenció sus dudas con la famosa expresión "hay sumas que restan" pero que acabó aceptando el optimismo oficialista .

Tras perder un millón de votos en la segunda convocatoria ante las urnas, se abrió un tenso debate interno. Las filas afines a Iglesias, como Juan Carlos Monedero, responsabilizaron al director de la campaña, Íñigo Errejón, y negaron que asociarse con IU hubiese resultado un fiasco. El entonces número dos pidió revisar la alianza con IU. Iglesias se negó.

Después de varios días de fuego cruzado, los dos máximos dirigentes impusieron una paz forzosa en el partido y pasaron página tan rápidamente como pudieron. Podemos nunca llegó a hacer un análisis exhaustivo de las causas que habían propiciado el desplome, nadie asumió la responsabilidad, no hubo autocrítica. A la vuelta del verano se anunció la segunda asamblea ciudadana, Vistalegre 2, en una huída hacia adelante que consolidó a Iglesias al frente de un Podemos ya sin contrapesos internos.