Tras volver a ganar las elecciones autonómicas del 2015 pero perder la Generalitat, el expresidente Alberto Fabra dio un paso atrás y la junta directiva del PP de la Comunitat Valenciana nombró "por aclamación" como nueva presidenta a Isabel Bonig (Castellón, 1970). Abogada, exalcaldesa de Vall d’Uixó y 'exconsellera' de Infraestructuras, Territorio y Medio. Pero también, y en sus propias palabras, "orgullosa de ser de derechas, del PP, española y valenciana". Este fin de semana renovará su cargo en el congreso regional y lo hará con la bendición de Mariano Rajoy, que el domingo acudirá a su proclamación haciendo un paréntesis en la evidente distancia que mantiene con su partido el PP valenciano desde que empezaron a estallar casos de corrupción.

Pero Bonig también estará avalada por el voto de los militantes, pues diseñó una suerte de primarias para que eligieran al candidato que debía aspirar al cargo con el sistema de 'un militante, un voto'. La castellonense ganó a la búlgara, con un 97,4% de los votos emitidos y después de que su rival, el desconocido José Luis Bayo, se retirara y no consiguiera que un juez detuviera el proceso al no apreciar las irregularidades que denunció.

MILITANTES MENGUANTES

Pero ganar respaldo democrático ha hecho que Bonig ‘desnudara’ la falta de músculo del partido. Hace dos años, la última vez que un dirigente dio una cifra oficial, Alberto Fabra presumió de tener 150.000 militantes, aunque en este proceso de primarias apenas 8.700 se inscribieron para votar, lo que supone apenas un 6% de esa cifra. Más allá de la falta de tradición, el resultado dibuja un panorama con muchos menos militantes reales, con sus cuotas al día, de los que se dijeron.

Pero, además de falta de una base activa, el PP valenciano tampoco tiene 'caras'. En el 2015 también cedió la vara de mando en las tres capitales de provincia y en la Diputación de Valencia (conserva las de Castellón y Alicante). La falta de poder le ha dejado sin referentes mediáticos, lo que ha facilitado el asentamiento de Bonig, que tiene el altavoz de las Corts Valencianes para hacerse oír.

La 'dama de hierro valenciana', como la bautizaron por su simpatía por Margaret Thatcher, se mueve bien en el cuerpo a cuerpo parlamentario pero, en cambio, no ha conseguido formar un frente estable con Ciudadanos. Esta misma semana, sin ir más lejos, el PP fue el único partido que votó en contra de una ley de reconocimiento de los derechos de los transexuales.

LA SOMBRA DE LA CORRUPCIÓN

Pero, además, el partido no consigue quitarse de encima la larga sombra de la corrupción. Hace unas semanas llegó la primera condena por el 'caso Gürtel' y la expopular Milagrosa Martínez, también 'exconsellera' y expresidenta de las Corts, fue condenada a ocho años de prisión. Y es habitual ver acudir a los juzgados como imputados (o incluso a la cárcel) a rostros muy reconocibles del pasado cercano del partido como Carlos Fabra,Alfonso Grau o Rafael Blasco. Además, quedan varias causas aún secretas y otras por enjuiciarse, lo que supone un campo minado para el PP.

Por ejemplo, en las últimas semanas se han multiplicado las informaciones que apuntan a la financiación ilegal de las tres últimas campañas a la alcaldía de València de la fallecida Rita Barberá, y Bonig ha tenido que maniobrar para desactivar una enmienda que quería que este congreso la nombrara presidenta honorífica del partido, pero tendrá que hacer una mención expresa a su contribución. Pese a todos los problemas, en el PP valenciano se agarran al buen resultado que obtuvo Rajoy en las últimas generales para alimentar la esperanza de recuperar la Generalitat en un par de años. Porque lo que sí que tienen los populares valencianos son votos.