Los 629 inmigrantes que pisaron ayer tierra firme en el puerto de València no sabían bien qué les espera pero será difícil que sea peor que lo dejan atrás. Huyendo de persecuciones religiosas o de la pobreza extrema de sus países de origen se han encontrado en su larga ruta a la soñada Europa con asesinatos a sangre fría, muertes por agotamiento, secuestros y esclavitud. Comprados y vendidos como mulas de carga. Una terrible lista de vivencias que esperan haber cerrado definitivamente.

Moses llevaba casi dos años en Libia pero su primera odisea fue cruzar todo el África subsahariana. De Sierra Leona a Agadez, en Nigeria, con una desesperante travesía de dos semanas por el desierto, y de ahí a Sabha, ya en la que fue guarida de Gadafi y en la puerta de salida hacia el Mediterráneo. «Muchos hombres cayeron, murieron delante mío cada día. Para sobrevivir necesitas fuerza, si no, mueres», explicó con crudeza al equipo de Médicos Sin Fronteras en el Aquarius.

Lo peor estaba por llegar

«En Libia secuestraban a la gente y les pedían dinero. Fui vendido en Bani Walid y llegué a pedir morir, pero la muerte no llegó. Vi a gente a la que dispararon delante mío», recordó. «Conseguí escapar pero fui capturado y vendido otra vez. Siempre que veían personas negras juntos en Libia te cogían. Nos obligaban a trabajar. Usaban a los negros como mulas, como esclavos», relató.

Otra vez a escapar y al desierto, esta vez para llegar a la costa, pero de nuevo para tener que escapar de la muerte cuando ya parecía inevitable, esta vez en el agua. «Nos rescató la guardia costera italiana. Estábamos llorando porque llevábamos 20 horas en el mar», rememoró. Lo que aún hoy no entiende es por qué no les dejaron entrar en Italia.

Pero, para algunos de los pasajeros los dramas empezaron antes de iniciar su odisea. Una de las madres más jóvenes ha desvelado a MSF que tuvo que salir huyendo ante la amenaza de que sus hijas fueran mutiladas en su país. «Dejé Sierra Leona hace ya 11 meses porque quería proteger a mis hijas, a las que querían practicar la ablación. Les dije que no quería. Me fui al desierto, luego a Libia y al bote», resumió.

Pese a que los medios de comunicación no tuvimos acceso directo a los inmigrantes son muchos los que quisieron contar su historia... y la de los que ya no están para que sus muertes sirvan de algo. Como una nigeriana de 34 años. «Le prometí a una mujer moribunda que contaría lo que había visto. Estaba tan débil que solo podía estar tumbada. Intenté que se sentara y me golpearon muy fuerte por hacerlo. Murió por falta de cuidados, de comida, de agua. Como yo, estaba embarazada y murió», señaló.

Pero ha habido muertes aún más cercanas. Tras desembarcar, David Beversluis, médico del Aquarius, narró una de las historias que más le impresionó en esta misión de rescate. «Hablé con un joven de Nigeria que estuvo seis o siete meses encerrado en una prisión de Libia. Estaba con su hermano y fueron torturados. Apenas les daban comida o agua. Finalmente pudo huir pero ya sin su hermano, que murió en aquella cárcel. Escuchar su historia fue impactante», reconoció.

El drama rozó la cubierta

Pero Beversluis pudo al menos evitar otro fallecimiento. El de un joven nigeriano de unos 20 años al que rescataron con una crisis respiratoria que estuvo cerca de acabar con su vida. «No respiraba y tuvimos que hacerle maniobras de reanimación para conseguir reanimarle», narró orgulloso, tras haberse podido despedir de él con un abrazo. A otros pacientes solo ha podido colocarles una pequeña prótesis a la espera de que ahora puedan ser operados. «Uno de ellos, que tenía una mano afectada nos contó que fue a causa de torturas en Libia», detalló.

En las más de 10 horas que duró el desembarco llegaron por medio de la Cruz Roja otros testimonios. El primero lo hizo con música. «Cuando atracó el barco todos empezaron a cantar a la vez», contó Carmen Moreno. La voluntaria explicó que todos les fueron saludando al bajar y que su actitud fue muy similar a los que llegan en pateras. «Es la misma, se les ve la ilusión y la emoción en los ojos», aseguró. También hubo alguno al que con la emoción le dio por hablar de fútbol. «He conocido a un chico de Sudán que se sabía la alineación del Arsenal y hablaba mucho de fútbol. Ha venido con un amigo», explicó la voluntaria Hanan El Ayadi. El Mundial se lo ha ganado.