La proclamación de la república catalana, el 27 de octubre del año pasado, no tuvo ningún efecto real. El Gobierno aplicó el artículo 155 con el apoyo del PSOE y de Ciudadanos para tomar el mando de la Generalitat catalana sin apenas oposición. Los grandes partidos independentistas prepararon entonces un giro lento hacia otras vías, que se plasmó en el caso de ERC en un programa electoral que apostaba por el diálogo y en el caso del PDECat en una abjuración pública de sus relaciones peligrosas con la CUP. Pero en esto llegó Carles Puigdemont y puso patas arriba esas estrategias.

El expresidente de la Generalitat sorprendió a todos cuando anunció, en contra de lo que llevaba dos años diciendo y ya desde Bruselas, que quería presentarse a la reelección. Los primeros sorprendidos fueron los principales dirigentes del PDECat, que acabaron transigiendo con dejar manos libres a Puigdemont para elaborar una candidatura bajo la marca de Junts per Catalunya y con un peso relativo del partido.

La coordinadora general del PDECat, Marta Pascal (que rechazó formar parte de la lista), y otros líderes vieron cómo el proyecto de Puigdemont crecía en las encuestas bajo la premisa de continuar con el choque con el Estado que protagonizó la anterior legislatura. Cuando el 21-D constataron que JxCat batía a ERC y mantenía la hegemonía en el ámbito independentista, constataron que tenían un problema: lo que busca el expresident es lo contrario de lo que creen que le conviene ahora a Cataluña.

Desde la noche electoral, Puigdemont y su entorno estudian vías para cumplir la promesa hecha a sus votantes y que se convirtió en el reclamo de su campaña: que volvería para ejercer de president. En el PDECat no descartan que lo haga; Puigdemont lleva meses yendo por libre y desconcertando a su partido.

«No quiere oír hablar de planteamientos que le dejan como a una reina madre», con un cargo simbólico y con nula capacidad de influencia en el día a día político, constataban esta semana desde el partido. Sin embargo, el hecho de que Puigdemont publicitara este viernes una página web en el que habla de «Govern de la república» en vez de «Govern legítimo» para referirse a lo que representan tanto él como el resto de fugados de Bruselas podría ser un paso en esa dirección.

Obligados a esperar a que el presidente cesado tome una decisión definitiva, en el partido no descartan que el desenlace llegue en el último minuto. El pacto entre el PDECat y ERC para mantener la mayoría independentista en la Mesa del Parlament -que, de rebote, aborta una de las ideas del entorno de Puigdemont, la de instar a los diputados independentistas a boicotear la constitución de la Cámara- amplía el margen hasta el final de enero. «En el 2010 había 10 diputados independentistas, ahora hay 70». Esta es una de las reflexiones que Oriol Junqueras ha lanzado a los allegados de su partido tratando de contextualizar el crecimiento del independentismo y, al mismo tiempo, acabar con cierta ansiedad que acompaña al movimiento. «No tengáis miedo de pensar a medio y a largo plazo», ha apuntado el líder republicano. Más allá del ahora mismo hay vida, viene a explicar Junqueras.

Traducido todo esto a la actualidad y a la legislatura que está por empezar, ERC, ya antes de la campaña electoral, ha apostado por un periodo de cierta tranquilidad. El tiempo de las declaraciones solemnes del Parlament en defensa del derecho a decidir o de la propia independencia es un trabajo que ya está hecho y que no se pierde.

Ahora lo que toca, según los republicanos, es construir el edificio de la república, dotarla de un aire bien distinto de lo que es el Estado y también atrayente para un sector del electorado que no siente ninguna emoción con la visión de una estelada. Se trata de convencer a una parte de ese 52,5% de los votantes catalanes que no optaron por ninguna papeleta independentista el 21-D.

MÁS RUIDO Y MÁS IMPUTADOS / La vía elegida por ERC para la construcción de la república y la seducción del electorado renuente son las políticas sociales. No solo porque ERC se defina de izquierda, sino porque de ese 52,5%, es el 7,46% de los comuns el, en principio, más proclive de atender a las razones sociales.

¿Y cómo encaja todo esto con Puigdemont? No es que los republicanos tengan una idea exacta de lo que pretende el expresident, más allá de volver a la Generalitat. Pero con solo ese movimiento se augura al menos un inicio de legislatura parecido al final de la anterior. Más ruido y más acción judicial. Y más imputados.

Algo, sobre todo esto último, que ERC, con el presidente (Junqueras), la secretaria general (Marta Rovira), el que estaba llamado a grandes cosas (Carles Mundó) y los fichajes estrella (Carme Forcadell y Raül Romeva) envueltos en procesos judiciales no se puede permitir.