Si tuvieran que apostar por cuándo se resolverá la investidura del nuevo presidente de la Generalitat, los partidos independentistas catalanes no se jugarían mucho dinero a una toma de posesión rápida. La obcecación de Carles Puigdemont con repetir en el cargo, en contra de los deseos -más o menos privados- de incluso muchos de sus correligionarios, anticipa un tortuoso recorrido hasta la toma de posesión.

La intención de Puigdemont y de su equipo de colaboradores es ponérselo lo más difícil posible al Gobierno español si quiere impedir la investidura del 'expresident'. El plan de trabajo va en dos direcciones: retener a toda costa el apoyo de ERC a que acepten a Puigdemont como el único candidato posible y negarse rotundamente a contemplar en público la opción de que acabe retirándose de la carrera.

Episodios como el agónico 'paso al lado' de Artur Mas tras las elecciones de 2015, que se resistió hasta el último minuto a ceder paso hasta que acabó descabezado por la CUP, alimentan las esperanzas de los sectores del PDECat que preferirían una legislatura menos tensa que la anterior. En el partido crecen las voces, que encabezó el propio Mas en su momento, que piden un margen de tiempo para "ampliar la base" del independentismo, que volvió a quedarse por debajo del 50% de apoyo el 21-D.

Colisión de estrategias

Pero esa estrategia colisiona con la de Puigdemont, que necesita el enfrentamiento para seguir siendo un actor político de primer orden. Y, como los resultados electorales avalan al 'expresident', los sectores posconvergentes que disienten de él deben resignarse a una espera que prevén larga.

Esos sectores ven con esperanza que el entorno de Puigdemont y el PDECat ya estén hablando en Bruselas del reparto de poder del nuevo Ejecutivo. Eso significa, según coligen, que el 'expresident' ya ha descartado un bloqueo que acabaría provocando nuevas elecciones y que no descarta hacerse a un lado en el último momento.

Lo único que tienen claro todos los posconvergentes es que serán ellos quienes decidan el nombre del próximo presidente de la Generalitat, en virtud del pacto con ERC por el cual los republicanos han escogido a Roger Torrent presidente del Parlament.

Fuentes del PDECat sostienen que ERC también participa en las conversaciones por el reparto del poder en la futura Generalitat, y que incluso ya se está hablando de buscar un equilibrio casi total en los Departamentos del nuevo Govern catalán. Sin embargo, los republicanos lo niegan, y alegan precisamente que es la obstinación de Puigdemont la que impide avanzar en las negociaciones.

"Todo va a ir en función de la dosis de espectáculo que quiera hacer Puigdemont" afirma una voz independentista, "y se presume que va a ser mucho", sentencia.

Sin plan b visible

No hay ningún guión establecido. Ni tampoco se ha puesto un plan b encima de la mesa. "Si Puigdemont cuenta con un plan alternativo, vía ceder la presidencia a alguien de su fuerza, de momento no lo ha dicho en vozz alta", apunta una fuente nacionalista.

En cualquier caso, los partidos independentistas pueden apurar el margen hasta dos meses después de la primera votación de investidura. Y la promesa del Gobierno español de "impedir cualquier ilegalidad" sumada a la voluntad de Puigdemont de resistir hasta el final no auguran un desenlace inmediato.

Eso sí, a la luz de lo que ha dicho Roger Torrent tras ser elegido presidente del Parlament, parece que el escenario de máximos previsto es actuar hasta que llegue la esperada suspensión del Tribunal Constitucional. Si nadie comete la torpeza de dejar por escrito que la investidura de Puigdemont será a distancia, esta puede llegar, incluso, durante la propia sesión plenario o, ya rizando el rizo, tras la votación del Parlament que eventualmente le dé la presidencia.