Llegan los últimos días del año y con ellos la autoevaluación y la planificación de buenos propósitos para el año próximo. Este 2017 que despedimos no ha sido un año fácil, menos aún para quienes tenemos el corazón dividido a un lado y otro del río Senia. La situación en Catalunya nos ha exprimido las emociones, pretendido dinamitar los deseos de convivencia, de concordia y de paz. Han sido estos últimos meses del año meses complicados en las zonas en las que algunos quieren levantar fronteras y otros nos empeñamos, porque así nos nace de lo más profundo, en tender puentes y lazos de entendimiento. Tenemos ante nosotros el reto, para los próximos días, de enfrentar la tristeza y la desilusión tornándolas en firmeza e ilusión. Nuestros deseos de convivencia, de hermanamiento y de crecimiento compartido deberán contribuir a reconstruir esos puentes que, durante generaciones, hemos tendido y algunos se empeñan en destruir.

En corto y atendiendo a las cuestiones de proximidad inmediata, en Peñíscola hemos tenido que lidiar con deudas heredadas, hipotecas de la izquierda de hace décadas que se han sumado a los descalificativos e insultos constantes por parte de la izquierda en el día de hoy. Gobernar no es sencillo, mantener la voluntad de consenso con quienes lo único que pretenden es desprestigiar personalmente a un servidor ha sido una prueba dura ante la que - a pesar de años de gestión pública - enfrento como triste novedad. He trabajado con representantes de diversos partidos en la oposición que han fiscalizado la acción de gobierno, hecho propuestas, criticado lo mejorable y se han involucrado en aquello que, todos, creíamos útil para nuestra población. Las discusiones y las disputas eran duras, pero el fondo era común; todos trabajábamos por nuestro pueblo, desde la discrepancia política, pero con lealtad a quienes nos votaban. La tan cacareada “nueva” forma de hacer política no solo tiene poco de política sino que además adolece de fondo, se queda en la forma, una forma perversa, aliñada con mala educación, insulto y mucho odio. Tremendo reto tenemos quienes creemos que los servidores públicos estamos para hacer, para sumar, para facilitar el crecimiento de la calidad de vida de nuestras vecinas y vecinos; frente a quienes irrumpen en la escena política con el único propósito de destruir a toda costa.

Por todo, este 2018 voy a seguir trabajando en mi empeño por encontrar consenso, por proponer escenarios de paz frente al conflicto; de entendimiento y negociación frente a la cerrazón; de tender puentes frente a quienes cierran puertas; de colaboración frente a la descalificación; por recuperar y poner nuevamente en el centro a Peñíscola y los intereses y necesidades de nuestras vecinas y vecinos, frente a intereses partidistas que algunos parecen querer imponer a toda costa. En lo personal no va a ser fácil seguir remando contracorriente, pero tengo el convencimiento que nuestros ciudadanos agradecerán el esfuerzo, porque Peñíscola -para mí sí y yo sí me lo creo- es lo primero.