resulta curioso escuchar a Genoveva Soriano hablar sobre las fallas y los pasos que antecedieron a su nombramiento como máxima representante de la ciudad de las fiestas josefinas. Porque para esta joven aspirante a forense, esta viviencia formaba parte de su destino, el suyo y el de la pequeña Ainhoa, con la que lleva muchos años compartiendo anécdotas en l’Ambient, la comisión a la que pertenecen desde antes de tener uso de razón.

Buena parte de la culpa de que Genoveva sea hoy la fallera mayor de la Vall d’Uixó es de su abuela, también Genoveva, que decidió apuntarla a la comisión cuando solo tenía un año. Desde entonces hasta ahora han sido muchos días respirando ese sentimiento fallero que muchos experimentan, pero pocos saben expresar. Tanto es así que, como relata Geno, en el 2015 “mis padres trabajaban y no pudo ser, pero yo les pedí que para mi 18 cumpleaños, me hicieran fallera, pero fallera mayor” y ese fue su regalo de cumpleaños. En el 2016 fue la representante de l’Ambient, una vivencia que marcó los primeros pasos de lo que finalmente sucedió de forma inevitable. En el 2017 entró a formar parte de la Junta Local Fallera como una integrante más “para saber si me gustaba” y cuando abrieron el plazo de presentar candidaturas para ser fallera mayor, presentó la suya, arrastrando tras de sí a la pequeña Ainhoa.

Porque la historia de la relación de las dos falleras mayores de la ciudad merece ser contada. Genoveva quería vivir la experiencia lo mejor acompañada posible. Sabía de los antecedentes falleros de Ainhoa: su abuelo fue fundador de l’Ambient, su padre estuvo implicado en la comisión muchos años, su tía fue la primera fallera mayor de la falla, su hermano fue presidente infantil y su madre la primera fallera mayor de la ciudad. La tradición llamó a su puerta con la insistencia y complicidad de Genoveva, que incitó a sus padres a permitirle seguir sus pasos, y el resto de la historia todavía está escribiéndose estos días.

Por si fuera poco, a la fallera mayor de la Vall le esperaba una sorpresa inesperada. Durante mucho tiempo estuvo intentando convencer a su hermana para que se uniera a la corte de honor y la respuesta siempre era la misma. Hasta que en el momento culminante, se enteró de que había aceptado el reto.

Geno con 18 años y Ainhoa con 9, no olvidarán cada uno de los recuerdos que atesorarán este año.