Mañana se cumplirán 25 años de un hito histórico en la tauromaquia de Castellón, la alternativa de Álvaro Amores, el torero que, aunque nacido en Barbate, creció en otra orilla del mar, la del Grao de Castellón. De manos de Ruiz Miguel, con quien precisamente compararon por su valor frente a las corridas duras, y en presencia de Lucio Sandín, se doctoraba un nuevo matador de toros en una tierra que vivía una preocupante sequía taurina.

La plaza se llenó para ver al ídolo local, que cortó tres orejas y salió por la puerta grande en olor de una multitud que lo acompañó a hombros por las calles de la ciudad hasta el hotel Mindoro. Nacía así la carrera de un torero que si bien no se consagró en lo más alto, se ganó el respeto de los profesionales y, sobre todo, la admiración del público.

“Hace treinta años que me vestí de torero por primera vez y todavía la gente se acuerda de mí. Me tienen mucho cariño y eso es muy bonito porque te llena como torero y como persona”, admite Álvaro Amores, quien a sus 48 años sigue manteniendo tipo de torero. Y es que Álvaro cuida su fortaleza física con esa obsesión que siente por el deporte y que heredó de uno de sus maestros, el llorado Francisco Rivera Paquirri. Con el maestro compartió cuatro años de su vida en la famosa finca Cantora hasta la desgracia de Pozoblanco, compartiendo tentaderos, toros a puerta cerrada y aprendiendo la suerte de matar consumándose como un eficaz estoqueador. No en balde, el crítico Santainés sentenciaba: “Hoy por hoy es el mejor estoqueador que tenemos en la Fiesta”. Además de Paquirri, Álvaro Amores asegura que bebió de las fuentes de los toreros de la tierra como Rodríguez Caro, Zabalza y Ramírez.

RENTABILIZAR EL TRIUNFO // “Yo creía que cortar orejas era lo más importante, pero me di cuenta con el tiempo que no, que luego había que rentabilizar el triunfo y moverse por los despachos, donde yo era un desastre. Date cuenta que fui triunfador de la Magdalena el año 1988 con una corrida de Diego Puerta y estuve seis meses parado hasta que Balañá me puso en Barcelona”, relata el torero. Aprovechó aquel interesante contrato y acabó siendo el triunfador del año en la Monumental catalana llevándose un total de cinco premios.

En su palmarés está el haber salido a hombros de Castellón en ocho ocasiones y ser el triunfador de las ferias de 1988, 1990 y 1993. Por cierto, es el único diestro de Castellón que ha toreado una corrida de toros en Sevilla. No se prodigó mucho por las ferias pero sí se cuajó en la zona levantina y fue muy asiduo, además de Castellón, en plazas como Barcelona, Vinaròs, Tarragona, Valencia o Palma de Mallorca.

Su última corrida la toreó en Barbate en el año 2003 y cortó cuatro orejas y un rabo. Asegura que nunca se ha retirado. “Estaría dispuesto a volverme a enfundar el vestido de luces eso sí, preparándome a conciencia”.

Quién sabe, quizá Álvaro Amores vuelva un día para demostrar que aquel torero de los años 80 fue algo más que raza. H