El hombre del silencio. Discreto, amable, bohemio y maestro-gurú-versátil del color, Sebastián Planchadell falleció ayer a la edad de 73 años, víctima de una enfermedad neurodegenerativa que se le complicó en los últimos días.

El mundo de la pintura castellonense está de luto ante la pérdida del que fuera referente del arte en la capital de Plana, en la provincia y fuera de ella durante los años 60 y 70 del pasado siglo, en una época de esplendor en cuanto a iniciativas pictóricas y existencias de galerías de arte. Planchadell gestionó dos: Suyria y Vermell, que pronto se convirtieron en templos de la nueva vanguardia y tendencias artísticas en un Castellón que se abocaba al tardofranquismo.

Y es que con un bagaje de artes plásticas impecable ya no solamente por pertenecer a una familia de artistas, sino por su aprendizaje en París, junto a Ripollés, Planchadell abordó todos los campos estéticos, desde el expresionismo más exacerbado, los interiores, alguno de ellos inquietante, y los bodegones de fina ironía y prestancia, sin olvidar tampoco un compromiso social de la estética más innovadora.

Pero, sobre todo, lo recordaba su esposa Pilar ayer, “era buena persona”, como rasgo característico de un pintor nada gregario, que supo plasmar las circunstancias y coyunturas de cada momento. Su última gran exposición fue en el 2007, en el Centro Provincial Las Aulas de la Diputación. Después, el tiempo y la memoria se fue amarilleando y Planchadell, que también realizó el cartel de las fiestas de la Mare de Deú del Lledó en 1994, se sumió en el letargo y en la ausencia.

Sin embargo, nos deja un legado artístico en el que predominan todos los universos cromáticos del mundo. Todas las gamas de colores posibles en una obra sensible, carismática, llena de ternura y de poesía. H