La cita de Varea con los toros de Victorino Martín en Castellón se ha convertido en todo un acontecimiento con carácter de gesta. Hay revuelo y expectación por ver al de Almassora con los temidos albaserradas, ilusión en que ese día las musas del sentimiento de su toreo se abracen a la casta exigente de los toros. Saber que ya lo hizo en Arnedo con astados de la misma ganadería, que hasta cuajó faenas a otros de idéntico encaste muy interesantes, e incluso un indulto, invitan al optimismo, a creer en un trampolín que le lance a otras ferias. «Me motiva anunciarme con la de Victorino. Siempre lo he tenido en mente, porque todo lo que se le hace a ese toro tiene importancia y cuando sale ese animal arrastrando el hocico, su embestida le viene bien a mi toreo y mi concepto. Me motiva más que me asusta. Tengo buenas sensaciones y el cartel tiene muchos alicientes, con dos figuras del toreo», dice.

ALMA SERENA / Es la reflexión del propio Varea. La paz sosegada de sus palabras aporta una seguridad inusual en él. Tiene el alma tranquila y el corazón sereno. A pesar del compromiso, de la responsabilidad, siente la seguridad de los deberes hechos, de saber que la experiencia es un grado, de la fe casi ciega en que, a poco que embista un victorino, puede destapar ese tarro de las esencias. Porque su toreo sigue teniendo ese aroma innato de los elegidos, la improvisación del creador, el empaque de un sentimiento a flor de piel y la pinturería del artista. Un torero de culto, guardián del clasicismo más puro. Si sus intuiciones no van mal encaminadas, los clarines tocan a tarde grande. «Me encuentro muy bien. Ya son dos años como matador de toros y todo curte y madura. Estoy ilusionado y con ganas de que llegue ese día. Es de momento lo único que tengo para esta temporada y lo estoy disfrutando. No tengo miedo porque si no es ese día, que lo va a ser, será más adelante cuando saque lo que llevo dentro. No me quita mucho el sueño saber que solo tengo esta tarde», indica. Su férrea convicción no se la lleva el viento, tiene el aval de haberse encontrado en su carrera con un amplio abanico de encastes. «Todas las figuras del toreo han matado de todo y yo tampoco me he negado nunca. De hecho, ahí está mi ejemplo como novillero. Ahí es donde realmente se demuestra de verdad la capacidad de cada torero, en poder adaptarse a todo tipo de toros y embestidas».

Incluso al hablar de las propiedades de este encaste, rezuma una sabiduría de haber estudiado a fondo su embestida, que ya pudo paladear el año pasado en Arnedo, donde sorprendió gratamente. «Es un toro que requiere frescura de mente, es un poco incierto a la hora de coger los engaños y eso hace que la gente esté siempre pendiente de la actuación, expectante. Requiere colocación, suavidad y temple. A Victorino lo veo muy ilusionado con la corrida y muy entregado conmigo. Será una tarde para recordar», dice.

¿Qué pasará después del día 10? «Sé que la situación está muy difícil, pero confío en mí y en mis posibilidades. Me siento a gusto y feliz delante de la cara del toro y estoy convencido que a partir del día 10 va a cambiar la papeleta», matiza el diestro. «Creo que merezco estar en plazas como Zaragoza y València. Y, además, de lo que pase en Castellón depende mi regreso a Madrid. Me encantaría volver a Las Ventas y poder quitarme la espinita de la última tarde», concluye Varea.