Pictograma ofrece la exposición Pinzells que parlen de Ramón Manrique. La muestra, de un surrealismo fantástico exacerbado, es una colección de obras recientes de un pintor que, muchos años después, regresa a Castellón.

Tras unos primeros titubeos con el lenguaje impresionista y una formación bajo la tutela de los artistas Enrique Limo y Vidal Serrulla primero y, más tarde, en las aulas de la facultad de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, Manrique encontró su camino en el surrealismo. Un movimiento artístico que le permite jugar con el mundo de los sueños y la fantasía. Para entender la obra de Manrique hay que tratar cada cuadro como un ente independiente. «Yo creo que el pintor se está inspirando continuamente, tanto en el taller como fuera», explica el propio Manrique.

Su manera de crear es muy intuitiva. Cuadros que recrean ciudades como Roma, Venecia y Granada, y también, por ejemplo, un homenaje a Elvis Presley.

La música y la alegría infantil que emanan algunas de sus obras de repente se topan con el drama. Tiene un estilo muy definido y una manera de ejecutar idéntica; composiciones abigarradas cargadas de elementos, ropajes característicos, uso de distintos planos de profundidad, objetos fragmentados, y una paleta donde gusta de los azules y naranjas, con una interpretación final de la obra que no está cerrada.