La afición de Algemesí se volvió loca con Varea. El alegre público valenciano quedó prendado del toreo caro del castellonense. ¿Quién dijo que Varea era el torero triste? Conectó con los tendidos desde que se abrió de capa, puso actitud y compromiso, toreó como los ángeles, con esa personalidad que siempre lo ha encumbrado, y el resultado fue una tarde histórica que vuelve a poner a Varea en el candelero. Una inyección tremenda de moral para el de Almassora. ¡Éste es el Varea que nos gusta!, gritaba un aficionado. Y además, manejando la espada con contundencia. Tres orejas, puerta grande y sin duda alguna, el gran triunfador de la feria de Algemesí.

Lo mejor llegó en el último de la tarde, al que toreó superior con el capote. Bien en la brega Montoliu y con los palos Raúl Martí. Varea se metió al público en el bolsillo de primeras y construyó una faena de menos a más, con el temple por bandera, con el gusto y la elegancia innatas en él; incluso con mayor reunión y enjundia si cabe que otras veces. La mejor versión de Varea, al que se le vio con la mirada feliz e ilusionada. Pinchó al primer intento. Parecía que sobrevolaba la sombra de esa maldita espada que tanto le ha dañado esta temporada. Esta vez, empuñó la toledana con el corazón y hundió el acero hasta la bola. Rodó sin puntilla el de Cuvillo. Algemesí, un delirio. Las dos orejas, el rabo y la esperanza de que Varea ha vuelto a encontrar su camino y a recobrar la ilusión. Así son las artistas de frágiles y de mágicos a la vez, porque si alguien tiene la moneda, y éste la tiene, siempre hay un momento para cambiarla.

Otra oreja paseó de su primero, con el que brilló especialmente en el capote. Aunque deslucido el de Cuvillo, esta vez tiró de recursos y buena técnica. Por su parte, Álvaro Lorenzo cortó una oreja. H