Arabesque de sensaciones. Alegros constantes de miradas infantiles que quieren aprender. Beber de las fuentes de la sabiduría y experiencia. Vocación y sacrificio a partes iguales. Dedicación extrema. Todo eso y más vino a decir -mejor expresó, con su danza de alta gama- Iryna Tsymbal, bailarina solista del Ballet de Viena, que ofreció una masterclass en La Zapatilla Roja de la calle Echegaray de Castellón. Artes escénicas en estado puro. Control del cuerpo y de los movimientos.

«Nos enseñó las técnicas y nos dio a conocer la musicalidad, los movimientos, y las codificaciones de cada uno de los pasos», explica Rosa María Marco, directora de La Zapatilla Roja, consciente de la labor de estimulo y entusiasmo que para el alumnado significa el traer a «primeras figuras de la danza».

Y es que, como indica, Marco, «el esfuerzo que requiere el ballet es muy grande, y las exigencias van aumentando a medida que pasan los años». «Es un trabajo árduo y de mucho sacrificio», resalta la directora de este centro formativo.

«Iryna nos transmitió una sabiduría a raudales; un control de las emociones y un trabajo corporal como didáctica del ballet». «Una magistral forma de poner en valor de nuevo el ballet y su belleza, apunta.

Y es que la presencia de la primera bailarina del Ballet de Viena en Castellón ha significado no solamente el impartir un magisterio solemne de danza clásica, sino también «la energía suficiente para que haya un aprendizaje a nivel emocional». «Una terapia para perder complejos, para aceptarse uno mismo, para creer en uno mismo», destaca Rosa María Marco.

Y es esa labor de «autoconocimiento» y «autoestima» en los alumnos «una parte fundamental en las enseñanzas del ballet en concreto, y de las artes escénicas, en general».

Actitud y forma de vida

Un ballet que requiere concentración y capacidad para el esfuerzo como actitud y forma de vida. Danza clásica que en Castellón adquiere protagonismo con un «trabajo incansable de las escuelas privadas, ya que todavía no tenemos conservatorio de danza dependiente de las administracioens públicas», expresa la directora de La Zapatilla Roja de la castiza calle Echegaray de la capital de la Plana.

Una presencia de Iryna Tsymbal que no caerá en saco roto en las promesas futuras de la danza. Deja un legado de sabiduría, magisterio y profundidad de sentimientos como exponente de enriquecimiento personal y canto a la belleza.

Castellón fue más ballet que nunca y las zapatillas de puntillas se adueñaron del octubre de verano tardío y como experiencia vital para elevar el espíritu. No hubo contradanza, sino la danza misma en el arabesque de sensaciones que cautivaron a una ciudad que baila ballet clásico.