En una noche en la que abundaron los hombres con barba, el reconocimiento al talento negro y un discurso lapidario de la gran Meryl Streep destinado al individuo con nombre de pato que dirigirá el país dentro de 12 días, los Globos de Oro se rindieron a un género arriesgado en estos tiempos en los que solo importa hacer caja: el viejo musical. La ciudad de las estrellas (La la land, en la versión original), la película del joven Damien Chazelle (31 años), conquistó un récord de siete estatuillas, lo que nunca había hecho ningún otro filme en las 74 ediciones de los premios. Un musical con tintes románticos que, a diferencia de sus más recientes congéneres de éxito, nunca pasó por Broadway ni es una adaptación, sino un producto enteramente nuevo y sin un compositor de campanillas que lo avale. Todo un acto de fe.

Pese al nombre tan cursi que se le ha puesto a La la land para su inminente estreno en España, la película de Chazelle (Whiplash) ganó todo lo que aspiraba a ganar. Mejor comedia o musical, director, guión, actriz (Emma Stone), actor (Ryan Gosling), banda sonora y canción. «Esta es una película para soñadores y creo que la esperanza y la creatividad son las dos cosas más importantes del mundo», dijo Stone al recoger su globo, que dedicó a aquellos que luchan por conseguir el reconocimiento como artistas; esa vida, para tantos, de sopas de cebolla y llamadas que nunca llegan.

OTROS TÍTULOS // Fue tal la incontestable querencia que mostró por ella el jurado de la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood que ensombreció de algún modo la notable cosecha de otros títulos. Moonlight, una exploración de lo que significa crecer siendo gay y negro en uno de los barrios más pobres de Miami, se alzó como la mejor película dramática. The Crown, El infiltrado, Atlanta y El pueblo contra O. J. Simpson. American Crime Story cada una en su categoría y todas debutantes, fueron escogidas como las series televisivas del momento, desbancando a vacas sagradas como Veep, Juego de tronos o Transparent.

Casey Affleck, el más tímido de los dos hermanos, siguió con su paseo triunfal de este año por su interpretación en el drama intimista Manchester frente al mar. Fue el único motivo de consolación para la película de Kenneth Lonergan, que aspiraba a bastante más. La veterana actriz francesa Isabelle Huppert dio la sorpresa al imponerse a Natalie Portman (Jackie), por su papel en el thriller Elle, la cinta francesa del holandés Paul Verhoeven, que completó una noche inmejorable al llevarse también la estatuilla a la mejor película extranjera.

Pero con permiso de todos ellos, fue Meryl Streep, la más grande de las actrices de su generación, la que robó el espectáculo. Recibía un premio honorífico a su carrera y dedicó su discurso a Donald Trump, recordándole que media platea no nació en Estados Unidos, o se educó en colegios públicos, o en familias pobres o con madres solteras. «Así que Hollywood está lleno de outsiders y extranjeros. Si los expulsamos a todos, lo único que quedará para ver es fútbol americano y artes marciales, que no son arte». Streep fustigó al magnate por mofarse de un reportero discapacitado y defendió a la prensa, otra de las dianas habituales de Trump, como instrumento necesario para salvaguardar la verdad. «La falta de respeto invita a la falta de respeto. La violencia incita la violencia. Y cuando los poderosos utilizan su posición para acosar a otros, todos perdemos».

La diatriba de la actriz no quedó sin respuesta. A través de su cuenta de Twitter, el presidente electo de EEUU se ha referido a Streep como una intérprete «sobrevalorada» al servicio de Hillary Clinton. Otros como Hugh Laurie, el inolvidable Dr. House, reconocido como mejor secundario por su papel en El intruso, también le dieron duro al próximo presidente.