Representa la innovación y la modernidad, una nueva expresión de la pintura con un estilo propio alejado de la icónica tradicional valenciana. Maseda ha llegado, para quedarse, como un vendaval que insufla vida y trae consigo aires de renovación.

Sus últimos trabajos cuelgan desde ayer en la Sala Quatre Cantons de Vilafamés bajo el título Ego. Todos ellos revelan la fuerte personalidad de este artista difícil de encuadrar en un estilo cuya gestualidad en el trazo se acerca más a la pintura de Ryan Hewett y el surcoreano Shin Kwangho.

Maseda sorprende esta vez con un conjunto de retratos de trazos abstractos y rostros distorsionados que recuerdan a la primera generación de la Escuela de Londres. Imágenes icónicas del Pop, como Marilyn, a las que da una nueva vertiente, recreando a la actriz en su última etapa vital, ebria y desencantada.

RETRATOS // Retratos, casi todos en blanco y negro en los que el uso de trazos de color es visceral y con reminiscencias de arte callejero al elegir espray en tonos flúor como naranjas, amarillos o fucsias que contrastan con el Maseda más sombrío de la tintas chinas y las aguadas de grises y negros con alguna concesión al violento rojo. Es justo en esos trabajos donde asoma la locura, las emociones más primarias. El retrato se descompone casi por completo, perdiendo el carácter figurativo y acercándose a la mancha del expresionismo abstracto. La emoción se palpa en esos ensayos de seres monstruosos. Sus “demonios” como le gusta decir.

Un último grupo de piezas está dedicado a otra de sus obsesiones: las manos. En ellas concentra el artista la misma tensión que guardan sus ojos, algunos brillantes pero otros vagos, sin vida, transmitiendo conceptos como muerte, rabia, indignación o miedo con apenas un trazo. También aquí juega con los contrastes entre el blanco y negro y las pinceladas de color. H