A golpe, en su ritmo escénico de marcha cristiana, podría ser la clásica Capitanía Cides, unas veces; o de poema sinfónico, como el Fadrell de Perfecto Artola, otras, e incluso de procesión solemne y mayestática, como la de cualquier virgen de Triana de abalorios y barrocas estampas en uno de los días de esplendor de la Semana Santa sevillana, también, el Betlem de la Pigà trajo la Navidad en clave Castellón, con sus tradiciones y arraigos, con su belleza de tierra turquesa y naranja en los recuerdos y en la memoria de ancestros. Fue, otra vez, y ya van 37 años, en el Teatro Principal, lleno hasta la bandera y jubiloso de risas y parodias.

Un comboi nadalenc, un juguete teatral cómico, una apuesta por lo más sagrado en fe e historia de un pueblo para ir mostrando personajes de leyenda, héroes mitológicos, santets i santetes del Corpus castellonero, oficios, lugares del imaginario colectivo como la marjal o Lledó, las Columbretes y el Campanar o imágenes barrocas de misticismo, como Les Tres Caigudes. Eso y más. Un belén viviente poliédrico, de danzas y pentagrama, con la asistencia de la alcaldesa, Amparo Marco, y cocnejales de la corporación. Con axioma de canto a la esperanza en sueños de fadrina i del Raval.

Ilusión en un trabajo coral que implicó a más de 250 figurantes que fueron apareciendo sobre el escenario del venerable coliseo de la plaza de la Paz, con los textos de Miquel Peris y la música de Matilde Salvador, en una nueva renovación de los votos del ser y sentirse castellonero.

NUEVO RELATOR // No faltaron las críticas mordaces, pero llenas de ternura, a situaciones concretas. Una representación en este año de cambios. Jaume Cristòfol Vicent, por primera vez en la historia de la producción coral, ejerció el papel de relator, sustituyendo al que durante años narró todo lo que ocurría sobre el escenario, el prior de la basílica de Lledó, Josep Miquel Francés.

Y fiel a su cita escénica, el conseller de Educación, Vicent Marzá, participó en el belén, siguiendo la tradición familiar de encarnar al Cec Maseo. Y, sobre todo, implementación directa del público, gritando Vitol!. Estampas repetidas, pero diferentes.